miércoles, 23 de noviembre de 2005

 

Se editan las cintas de Charlie Marx

Parece que por fin van a ver la luz las legendarias grabaciones de Charlie Marx, los "blues del maquis" o "bluelerias" sobre las que tanto han especulado los expertos desde hace años. Revenant, el sello-legado de John Fahey, podría ser el depositario final. Esta es una pequeña historia de las grabaciones traducidas de la revista "Folk & Roots" de hace un par de meses:

"A finales de 1952, en uno de sus viajes europeos en busca de viejas canciones, Alan Lomax recaló en la provincia (sic) española de Aragón. De allí se trajo material de vital importancia pero se dejó algo que quizás pudo haber marcado el curso de la historia del folk, las llamadas 'cintas del maquis', toda una leyenda entre los buscadores de 'untaped blues' de las que, hasta hace muy poco, se había dudado incluso de si eran una viaja leyenda promovido por el viejo Alan. Alan era un hombre muy cabal pero al que a veces le gustaba fantasear, y no solo cuando se animaba a co-firmar canciones con el mismísimo Leadbelly -y nos consta que, a diferencia del encarcelado bluesman, él nunca conoció a Irene o al menos no tuvo la suficiente confianza con ella para darla las buenas noches- sino también a la hora de narrar como había conseguido su material, que en muchas ocasiones le llegaba, simplemente, por el correo de algunos de sus corresponsales. Pero parece que en esta ocasión, la más inbcreible quizás, todo fue cierto.

Bien, habíamos dejado a Lomax en la lejana e inhóspita región de Aragón, en un gélido invierno español de los cincuenta. Un día, a los piés de una aldea montañosa, un campesino se le acercó y le pidió que por favopr le siguiera, por que alguien quería conocerle. Y que llevara su grabadora. Lomax no era un aventurero, no hasta el punto que se le supone, pero tuvo una intuición y se fue con aquel hombre.

Tras recorrer algunos kilómetros a pie, en una hondonada, se detuvieron. Su acompañante dio un silbido y recibió pronto otro de respuesta. De detrás de unos matorrales surgió una extraña pareja. Un hombre negro, de gran altura y fuerte complexión, y una mujer de apariencia gitana. Uno llevaba un arma, una vieja escopeta, ella una guitarra destartalada.

El negro se le acercó y le preguntó si él era el hombre que grababa las canciones. Lomax respondió que si. le pidió que se sentara, bebió algo de una cantimplora que llevaba y comenzó a cantar, acompañado de la mujer, que rasgaba la guitarra y en ocasiones hacía algunos coros.

Lomax quedó completamente anonadado por lo que oía. Sus rudimentos de folklore español bastanabn para reconocer en aquello una mezcla primitiva de flamenco y blues rural. El negro cantaba con una entonación inequívocamente blues pero terminaba las frases con los característicos hipidos del arte español, mezclando inglés y castellano. La guitarra tenía ecos de ríos de ambos lados del Atlántico, porque -le explicaron después- la muchacha solo había escuchado flamenco pero en españa los hombres no enseñaban a tocar a las mujeres la guitarra por no considerarlo apropiado, así que ella aprendió a tocarla de manos de un bluesman. Su estilo era comnpletemante natural.

Cantaron de un titón media docena de canciones que hablaban de 'gardias siviles', inundaciones del Missisipi que llevarían 'la libertad a todos los oprimidos', escaramuzas en la montaña, amores rápidos y furtivos en las aldeas por las que pasaban... Eran las canciones de toda una vida de huida. Cuando dejaron de cantar, el negro le miró y le dijo, en castellano...
- Blue-leria, ¿eh? Bonita.
El neggro se empeñó en que tomaran algo. Con aquel frío, dijo, no tenían prisa porque era raro que la Guardia Civil hiciera alguna incursión por el bosque. Lomax compartió con ellos un orujo que posiblemente sería lo más fuerte que tomara en su vida. Sintió el caklor y le pidió al negro que le contara su historia.

Charlie -así se llamaba- había nacido en una aldea de Louisiana 40 y tantos años atrás. Su padre era un viejo setentón llamado Ulysses Grant Frankhauser que, tras convertirse en liberto, viajó a Europa a conocer el siglo. Allí se empapó de todas las teorías políticas y sociales que buscaban liberar al proletariado y con ellas volvió a America. Como un negro no tenía mucho futuro como revolucionario en la America de los albores del siglo XX, se dedicó simplemente a vivir y ya que no a esparcir su conocimientos si al menos su semilla, por si alguno de sus vastagos tenía más suerte o decisión. Tomó dos decisiones, que fueron no dar nombre a ninguno porque a él no le habían dejado elegir el suyo -su apellido peternecía a su anterior dueño, como era costumbre, y el nombre era dado a miles de negros libertos, en honor al General U.S. Grant, una costumbre que prevalecería hasta mucho después, de lo que da fe Gary U.S Bonds, el rockero predilecto de Springsteen- ni reconocerlo porque al fin y al cabo todos eran hijos de la vieja África. Así que simplemente les llamaba 'hombre' hasta que, cuando ya tenían algo de conocimiento, les hablaba de los grandes hombres cuya obra conocía para que eligieran el nombre propio de entre estos.

Charlie , aún hombre, le escuchó una tarde en la que Ulysses Grant estaba especialmente inspirado hablando de las teorís marxistas y desde esa tarde fue Charlie Marx. Fue original porque en los alrededores tenía hasta seis hermanastros conocidos como Rousseau -quizás por ser Louisiana de gustos muy franceses- y otros cuatro llamados Manny Kant. Curiosamente, nunca se llevaría bien con el único Freddie Engels de los alrededores.

Bien, Charlie parecía el elegido para seguir los pasos que abandonó su padre y pronto decidió compartir con todos los negros oprimidos de Louisiana -y con algunos blancos- las doctrinas del materialismo dialéctico, y de paso algunas aventuras con el ku-klux-klan. medio siglo antes que Dylan, y un pae de décadas que Guthrie -pero este era blanco, por muy rojo que también fuese- decidió hacerlo con su guitarra. Y se hizo bluesman. No eran años fáciles y la mayoría de sus conciertos fueron clandestinos y nadie le quiso grabar. Dio tumbos durante varios años hasta que en el 44 le detuvo la policía y le dio dos opciones; la cárcel o el cuerpo de marines. Así que se fue a Europa tras los pasos de su padre.

No vamos a contar nada de su campaña en las postrinerías de la 2WW. Simplemente, que se las apañó para quedarse en Europa cuando el ejército regresó y que, de alguna manera, se hizo eco de la organización de una fuerza miliciana que pretendía reconquistar España para la república penetrando por las montañas. Tampoco es momento de recordar el fracaso de aquella invasón fracasada, sólo decir que Charlie no era un hombre al que le gustara violver a caminar sus pasos y que se quedó perdido en las montañas de Aragón. Con un fusil y una vieja guitarra de cuerdas de acero que llevaba a todas partes.

Durante años, Charlie fue un guerrillero, un bandolero y un vividor. Dejó preñadas a multitud de mujeres de las aldeas aragonesas, que explicaban los rasgos de sus retoños como represalias de las tropas árabes que habían acompañado al General Franco en su brutal conquista. No debían ser muy buenos en matemáticas o fisiología sus seres cercanos para aceptar aquellos embarazos de diez años, pero en fin.

Y en la soledad de las montañas, un día Charlie conoció a la Chata, que era una gitana que de puro huir había acabado echándose al monte, siendo aceptada en el maquis. Ella era andaluza y un día escuchó cantar a Charlie con su guitarra e hizo lo propio, rasgueandola como dios la dio a entender. Charlie le habló del blues y ella creyó que le hablaba de la bulería. Juntos encontraron algo justo en medio, o en ninguan parte, que es donde estaban.

Y eso es lo que encontró Lomax años después. Charlie le confesó, en un aparte de La Chata, que el había dejado una mujer en Louisiana, quizás hijo, y que en aquellas canciones le contaba lo que había sido de él. Que por favor se las hiciera llegar. Y le dio la dirección, con una caligrafía sorprendentemente buena, en un papel. Lomax lo adjuntó a la cinta, se despidieron y se marchó.

Lomax, sorprendido por su buena suerte, fue un incauto. Cuando la guardia civil le revisó el equipaje no dejó de reparar en una cinta en la que claramente se especificaba "Charlie Marx", y aquello fue confiscado como material propagandístico. Como casi le cuesta un disgusto, porque la policía española era muy severa en aquellos años de terrible dictadura, hizo de tripas corazón y dejó allí la cinta.

A través de la embajada trató de recuperarla, pero fue imposible. también trató de explicar a otros músicos lo que había oido, pero fueron incapaces de entenderlo para poder tocarlo. No es que Lomax, personalmente, tuviera mucho 'duende', por lo que es entendible. Incluso llegó a frecuentar a los músicos de la compañía de la bailaora Carmen Amaya, establecidos en NY, pero sin éxito. Se resignó a olvidarlo, porque pensaba que Charlie habría acabado muerto en alguna emboscada en la montaña.

Las cintas fueron enviadas a la DGS (una central de inteligencia española) pero nadie se molestó en escucharlas mas de una vez, y aquello parecía basura, algún tipo de flamenco muy mal grabado donde no se entendía nada. Así que se quedaron en un almacen durante años.

Un día, hacia 1976, la DGS decidió 'liquidar' gran parte de su 'archivo' y muchos objetos antaño considerados peligrosos socialmente acabaron en un mercadillo. Alguien compró un lote con muchos de ellos y se conmovió al ver la nota con la dirección adjunta a la cinta, con lo que decidió enviarla a Louisiana.

Milagrosamente, era la dirección correcta. Y no solo eso, sino que el viejo Charlie había regresado hace años allí y vivía con su primera mujer. Él mismo sintió remordimientos, por La Chata, a la que había abandonado, y porque se escuchara lo que contaba en aquellas canciones, porque ahora era un hombre muy distinto, muy respetado en su comunidad y en una nueva América en la que los hombres negros podían sentarse en cualquier lugar libre del autobús, sino es que algún jovencito blanco, como ya le había pasado, lecediera el suyo como a cuaquier respetable anciano.

Así que reexpidió la cinta a quien quizás pudiera apreciarla, su vieja compañera de aventuras La Chata, en la Carcel de Mujeres de Yeserias, en Madrid, España. Y la acompañó de algunos discos de blues que siempre le había prometido que la haría escuchar cuando viajaran juntos a America y algún dinero español que conservaba.

Destino, palabra que le gusta mucho al blues; la Chata había sido liberada años atrás, y había encontrado empleo precisamente en la cárcel que antes la 'alojaba'. Sabían donde localizarla y la entregaron el paquete. Cuando vió que era del 'negro' le vinieron muchos sentimientos encontrados, pero desde luego no quiso escuchar las canciones. tampoco tenía a mano un Revox para hacerlo. Pero guardó la cinta.

Muchos años después, cuando La Chata y Charlie ya habían muerto, alguien abrió un viejo armario y encontró, sorprendido, la caja con la cinta. Era Ismael Antúnez, filólogo y estudioso del flamenco, sobrino-nieto de la extinta cantaora-guerrillera. Y vió que ahí había algo especial. Comenzó a contactar con especialistas de todo el mundo y fue desentrañando poco a poco esta historia. Hizo llegar una copia de sus conclusiones a esta publicación y copias de la cinta a Joe Boyd, responsable del sello Hannibal -que puso en el mercado el exitoso experimento "Shongai"-, a Trevor Hepson, de Rounder, y Allan Winstanley, de Revenant. Finalmente, llegaron al acuerdo de que el disco se editaría a través de estos últimos con la colaboración de los dos anteriores.

Y esta es la pequeña gran historia de alguans de las canciones más legendarias, quizás, de la historia del blues, un eslabón perdido que ha permanecido en via muerta durante algo más de medio siglo. Quizás a partir de lo que escuchemos la música popular pueda reanudar un rumbo, un cruce de culturas que surge de las frias tardes de la montaña y los sueños revolucionarios de unos seres humanos que nunca encontraron la victoria, de anónimas voces que hoy parecen apagadas pero quizás suenen más fuertes que nunca".

Comments:
Es una de las historias más alucinantes que he leído en mucho tiempo.
 
Aunque, claro, es mentira, ¿no?
 
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