miércoles, 22 de febrero de 2006

 

Raffi, El trovador de los niños

N. del A: Recupero para Pegamin este articulo que escribí hace ya para el Tiempos Bizarros nº 2. Que os den. dK.


Es posible que sea la primera vez que oigan el nombre de este singular artista. Bueno, quizás no, a lo mejor les recuerda al diminutivo cariñoso de algún nombre. Sin embargo este hombre es querido y adorado por millones de infantes y adultos allende nuestros mares, en la soleada América sobre todo. Sepan pues quien es Raffi, conozcan la obra y el legado de un artista a medio camino entre Miliki y Bob Dylan que no necesita lanzar discos recopilatorios para sus niños de 30 años.


La canción infantil es un terreno pantanoso. Grupos y cantantes con fecha de caducidad, canciones vetustas y salvo alguna genialidad, imágenes y sonidos que permanecen en nuestra memoria y que no queremos que salgan de ahí por temor a descubrir que no todo era tan bueno y divertido como parecía. Si encima nos ponemos a repasar la modalidad señor-adulto-que-canta-a-los-niños (Miliki y familia, Enrique -pre del Pozo-, el Padre Abraham, Anthony Quinn...), el sentimiento que nos invade es de profunda depresión, de mal rollo. Pero no, todo no es tan triste. Si este señor del que vamos a hablar hubiera sido español, seguramente Miliki y sus vinilos se hubieran quedado como un vestigio del pasado, Enrique del Pozo no haría duetos con Camela y Gurruchaga, y Milikito no sería el magnate mafioso que todos conocemos al frente del Grupo Árbol. Todos ellos hubieran quedado eclipsados por Raffi, por sus canciones llenas de nada y su imagen de dueño de puesto ambulante.

1948. Nuestro amigo Raffi Cavoukian viene al mundo en El Cairo, Egipto. Bueno supongo que saben donde está, pero por si acaso. Es hijo de un conocido fotógrafo de estudio y de una acordeonista aficionada, ambos de origen armenio. Unos padres acomodados que le dan una infancia con muchos juguetes -al parecer el estudio fotográfico de su padre tenía un cuarto de juegos gigantesco donde pasaba todas sus horas libres- y sin demasiados sobresaltos. Cuando el pequeño tiene diez años, los Cavoukian se trasladan a Canadá, y es allí donde empezará a interesarse por eso de la música. Durante su periplo en el instituto, Raffi se hace con una guitarra y empieza a tocar inspirado por el folk americano. Su pasión musical llega a ser tal que, tras un par de años en la Universidad de Toronto, se lía la manta en la cabeza y deja sus estudios para dedicarse por completo a su carrera artística. Estamos a principios de los 70.

Sin embargo, el futuro trovador de los niños no tuvo unos comienzos fáciles. Empezó a curtirse recorriendo todos los garitos, clubes y pequeños cafés de Toronto con un estilo musical muy cercano al primer Dylan y Joni Mitchell. En poco tiempo se convierte en un habitual del circuito underground de la ciudad, pero la cosa no parece avanzar. Raffi, que se ha casado, malvive de lo poco que le reportan sus conciertos y en su horizonte no vislumbra posibilidad alguna de éxito y reconocimiento. A pesar de todo, la suerte le esperaba de una manera paradójica, casi como un chiste. Un buen día, su cuñada, que dirigía una guardería, le pide que componga unas cuantas canciones y las cante para los niños alguna tarde. En un principio, Raffi no ve con buenos ojos la idea, pero acepta finalmente y prepara algunos temas. Al fin y al cabo siempre le han gustado los niños, se dice. En la guardería toca cuatro o cinco canciones de melodía simplona y letra didáctica (a, e, i, o, u) que entusiasman a los pequeños y también a los cuidadores. Poco después su mujer, Debi Pike, que es profesora en el jardín de infancia de su hermana, le pide que grabe una cinta con aquellas canciones para hacerla llegar a otras guarderías de la zona. Al poco, Raffi se ve inmerso en una gira por todos los kindergarten de la ciudad, haciendo vibrar a niños, padres y educadores que acuden en masa a sus conciertos.


Ante el éxito obtenido, el bueno de Raffi ve la luz. Y de nuevo toma una arriesgada decisión: se autoproduce con un préstamo de cuatrocientos dólares (del año 76) su primer larga duración, Singable songs for the very young. Esta vez la jugada le sale bien. El disco vende una barbaridad a escala local y esto llega a los oídos de A&M, que decide distribuirlo para Canadá y Estados Unidos, llevándolo al triple platino. Un trabajo lleno de canciones ñoñas e infecciosas, como Willoughby Wallaby Woo, la típica melodía que acabas silbando por la calle sin motivo, o cargadas de onomatopeyas Five Little Frogs, que, cantada acapella, es algo así como la versión anglosajona de Un elefante se balanceaba pero al revés; en lugar de añadir elefantes, debemos ir quitando ranas. Destaca también por lo raro la pedagógica Brush your teeth, un rock and roll interpretado también sin acompañamiento musical. Si, definitivamente este tipo es un genio. Doce meses después y para aprovechar el tirón, se lanza al mercado More singable songs, y como reza el título, más de lo mismo.

Con la popularidad alcanzada, Cavoukian quiere quitarse esa espina que tiene clavada con la música adulta (termino muy discutible éste) y se produce también en 1977 Love Light, retomando la linea folk, pero ni por esas. El ostión es tremendo. Algo similar a la carrera de Enrique del Pozo, cuando decidió dejar sola a Ana. Una risión. Tras este tropiezo, era hora de recapacitar: ¿si lo que gusta es mi faceta de cantante infantil, por qué voy a hacer algo distinto? Ya centrado, edita consecutivamente en 1979 y 1980 Corner Grocery Store y Baby Beluga; la canción que da título a este último álbum es todo un himno, y quizás la más conocida del egipcio. Versa sobre un pequeño salmón que recorre los océanos y descubre lo bello de la naturaleza marina, saltando entre ballenas y delfines. Qué bonito, ¿eh?

Llegados a este punto, les sería de gran utilidad una pequeña descripción de como suena la música de Raffi en estos primeros discos, si es que no han tenido la oportunidad de escucharla. Generalmente acompañado por una guitarra acústica como mucho un coro de niños a grito pelado, imaginen una voz parecida a la de Antonio Hidalgo haciendo ruidos, subiendo y bajando de tono constantemente con la sana intención de hacer reír a los peques. Y, sinceramente, no solo a los peques. De la temática que decir, canciones estúpidas a más no poder, sobre las letras vocales, los números, cuentas... por no hablar de las de contenido educativo. Lo singular es la combinación de todo lo anterior con la particular forma de cantar de Raffi; sus ruidos, sus gracias, y su estilo le han convertido en uno de mis dioses. Si ha todo eso unimos su look, con su barba y esa media sonrisa, con los ojos abiertos como platos ¿como lo voy a dejar fuera de mi particular Olimpo?


Pero sigamos con la historia. En los ochenta, Raffi se establece ya como un icono infantil en Canadá y USA, aparece en televisión con frecuencia realizando programas especiales, da muchos conciertos, y tanto en directo como en estudio se rodea por fin de un combo, The Rise & Shine Band (tomando el nombre de su primer trabajo del decenio) que da mayor empaque sonoro a sus canciones. Esto las hace parecer, sin duda, más de pitorreo que antes. Escuchen, por ejemplo, Do the numbers Rhumba, entre la temática y el sonido pachanguero, las risas están aseguradas. Al principio de la década, edita un par de lp’s, y el disco navideño que toda estrella infantil debe sacar. En 1985 llega One Light, One Sun, que contiene mi tema preferido, Apples and Bananas. No se rían: la canción consiste en ir cambiando las vocales a una frase -I like to eat, eat, eat/apples and bananas- en cada estrofa (I like to uut, uut, uut/upples and bununus...). Les he dicho que no se rían. Ya quisieran unos Estopa o unos el Canto de Loco, llegar a hacer alguna canción de tal calibre en sus seguramente cortas carreras musicales.

Después de un directo, llegamos a los noventa. Raffi traspasa las tiendas de discos y alcanza las librerías, editando una colección de libros con muchos dibujitos y las letras de sus más populares temas. Como estrella mediática que es, llega el momento de denunciar injusticias, o solidarizarse con alguna causa. Por ello, aunque ya se le había notado el ramalazo ecologista en alguna canción anterior (The Whole World Big Beautiful Planet), Raffi se reinventa a si mismo, decide defender lo natural por encima de todo y se empieza a auto denominar El Eco-trovador. Todo esto se plasma en su siguiente plástico, Evergreen, everblue (1990). El título lo dice todo. De los locos noventa destacan Bananaphone (que fue nominado para un Grammy en 1994, y cuya canción principal, que habla de algo tan mortadeliano, es todo un disparate) y Raffi Radio, una gayolita del artista, un ficticio programa radiofónico con noticias, el parte meteorológico, por supuesto canciones, chistes... todo más blanco que Ariel y más cursi que Hello Kitty.

Pero Raffi es nosolomúsica. El personaje supera a la obra. Es un autentico friqui que no quiere tocar en auditorios de más de 3.000 localidades, y que establece el precio máximo de las mismas en 9 eurillos como máximo. Se niega en redondo a participar en cualquier campaña publicitaria y en un par de ocasiones, abandonó festivales cuando se dio cuenta de que estaban patrocinados por alguna empresa. Mantiene esta cruzada contra el mundo comercial en pos de evitar que los niños del planeta sean público-objetivo de anunciantes y publicistas. Claro que entonces, digo yo, habría que retirar toda la publicidad existente o cambiar el modo de crearla ¿no?, ya que, si no me equivocó, los niños son el único target publicitario existente. Analicen una batería de spots en la tele, o la publicidad exterior, y luego me lo cuentan.

En 1997 publica su autobiografía, en la que nos va a dejar autenticas perlas, calificando a los niños de seres sin malicia inmersos en una serie de crisis existenciales y cosas por el estilo. Siguiendo con el rollo ese del eco-trovador, decide editar el libro en papel ecológico, libre de cloro, y usar tintas y colas no tóxicas. Con todo esto el coste de la tirada se eleva demasiado, pero Raffi decide hacerse cargo la diferencia y sacarlo a mercado a un precio normal, esperando que esto sirviera de ejemplo para que la industria del libro mire por la salud de los lectores. Aunque no se porque me da en la nariz que no le hicieron mucho caso, no...

También a mediados de los noventa funda Troubadour Records, su propia compañía, con un lema en forma de soneto, que es digno de ser reproducido aquí (no sabemos si esto tiene música, pero si no la tiene, Raffi, deberías componerla):

(Recitar con rictus de seriedad)

Troubadour Records.
Misión:
Inspirar y celebrar lo bueno de nosotros,
respetando la dignidad e inteligencia de cada niño.

“Estamos comprometidos a crear,
un mundo saludable,
honrándonos a nosotros, a los demás y
a nuestra generosa Tierra.
Llevando la carrera de Raffi,
buscamos llegar
a los niños y sus familias
con música que alimente
la belleza, la diversión y la conexión.
Con una base de responsabilidad social, medioambiental
y fiscal, luchamos por un comercio responsable,
con un espíritu de servicio
para lograr lo mejor de lo mejor”.

Hace un lustro, Raffi tuvo la oportunidad de conocer al Dalai Lama en la India, cuando participó en la Conferencia de Paz para jóvenes que se impartió en Dharamsala. En su encuentro, el eco-trovador bombardeó al mentor espiritual con sus últimas preocupaciones en relación con el medio ambiente y los niños. Y es que desde 1990 su obsesión por este tema es tal que todo su tiempo lo ha dedicado a imaginar y desarrollar un curioso proyecto que ha quedado plasmado en su obra magna, el “Convenio para mantener a los niños” que está basado -según Raffi- en La Declaración de Independencia de Jefferson (sic) y su idea de “Child honouring society”.

Ahora, Raffi continua dando conciertos y componiendo cancioncillas vacuas, mientras sigue trabajando por la infancia. En definitiva, el Bruce Springsteen de los niños es un extravagante personaje a seguir, y sobre todo a escuchar. ¿Dónde encontrar algo de Raffi? Muy difícil. Hagan la prueba y pregúntenle a alguno de esos dependientes tan modernos y tan guays de la FNAC, a ver que les dicen. De nuevo, tendrán que recurrir a internet y el p2p de marras. También encontrarán información en www.raffinews.com, y alguna otra cosa esporádica, pero poco más.


Actualización 2006: Desde que un servidor escribiera este apunte biográfico, Raffi se ha operado la jeta para parecerse más a su ídolo, Miguel Rellán y sigue obcecado con su idea de la honorable infancia. Musicalmente, lanzó hace un par de años un CD homenaje a su idolatrado Lama y, como curiosidad, queda otro álbum tributo en los que varios artistas de country versionean sus canciones para que las bailen ustedes como Coyote Dax.

Comments:
qué noche más musical
 
Vaya...tela
 
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
 
Hay una pelicula que podria ser el biopic no oficial del tipo este, Smoochy, con Edward Norton como protagonista.
 
Smoochy mola. Si me dicen que el tal Raffi estuvo implicado en lo de Alcàsser me lo creo. Yo si de pequeño me encuentro a un tipo así en un parque empiezo a correr y no paro hasta que no haya suelo bajo mis pies.
 
Pues a mí me da buen rollo.
 
Claro, porque tú serías de los que aceptaría sus dulces a cambio de favores sexuales.
 
Que me aspen si aquí el Raffi no se parece al de la izquierda de La charanga del tío Honorio.
 
gracias por engrandecer mi cultura musical
 
Kromo...era necesario descubrirnos a este...ser
 
Si señor, vaya mostro. El Bob Dylan de la guarde, pero con cara de traficante de mujeres egipcio.
 
Aunque a pesar de su aspecto de desalmado con gorra divertida, hay algo melancólico en su mirada que dá buen rollo, ¿verdad?.
 
No sé D. Juli, es algo que les debía, reciprocidad lo llaman.

A mi me encanta Xabi, el tío tiene pinta de dejarse timar y no decir nada.
 
Te enlazo esta entrada en mi blog, ya que describes muy bien a Raffi, así todo el mundo puede saber quien es, y si le gusta o no. A mi Banana phone, me alegra.

Saludos.
Gollus.
 
No se como este tipo con cara de pedófilo tuvo éxito en las canciones infantiles,aunque parece ser un hombre decente su aspecto es deprimente e incluso aterrador.
 
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