Pegamin

Un estadio de dibujos animados a lo Max Fleisher recibe con aplausos y orgasmos al precioso once que pisa un campo de verde satén.

En el arco estira sus enormes brazos Asta Nielsen, con unos ojos tremendos que meten miedo de pura androginia.

Más allá las centrales que se pasan toda la vida disputándose la capitanía. Marlene Dietrich dice que ella es más macha, más adorada por sus fans, vende más cromos y camisetas. Y que los jóvenes se acuestan besando su nombre. Greta Garbo apela a su elegancia y maneras, que combina con un impenetrable rostro que apenas sonríe, porque se toma el partido en serio. De laterales se estira una Juliette Binoche que ha jugado en todas las posiciones y que con los años ha mejorado su juego aprendiendo el mejor estilo de los clubes franceses. Distinta es, sin embargo, la otra ala: Audrey Hepburn, menudita toda, combate su aparente fragilidad con una poderosa agresividad, acostumbrada a que sus competidores la subestimen y la tomen por bebota, aprovecha para escurrirse y no tiene miedo en echarse para adelante, confiada en la veteranía de la defensa.

En el medio campo Jessica Lange, acostumbrada a las largas distancias, impone su autoridad y se apoya en Meryl Streep, la sufrida todoterreno del equipo. Mediocampo recio, que se dejan la piel y las miradas en el césped. Meryl, acostumbrada a recibir puntapiés y trágicas lesiones a lo largo de toda su carrera, es más defensiva y cauta. Jessica, muy curtida también, es más cerebral, sabe leer el juego gracias a sus ideas avanzadas. De enganche con las dos, un poco más adelante, está Sigourney Weaver que dosifica su registro contenido con un instinto asesino llevado al límite en los campos de juego más remotos e inimaginables.

Pegada a la línea de cal Gong Li avanza a largas y elásticas trancadas como un cisne mandarín de muslos de ñandú, con enigmática autoridad. En la otra ala, Ariadna Gil, nuestra promesa nacional hecha realidad mezcla el carácter y el tronío gritón de la vieja escuela española con las maneras cosmopolitas aprendidas en selectos campos cerrados de poco pero exigente público. Es generosa y no escatima pases de oro para que la benjamina del equipo, la más querida por la chavalería de la tribuna norte, Audrey Tautou, diminuta pero polifacética, resuelva el uno a uno con invariable éxito. Hace unos minutos empujó de panorámica volea un gol imposible y ahora -anónima entre racimos de asiliconadas muchachas pelopajas- acierta con un toque seco y sin alardes.

Aplauden desde el banquillo Louise Brooks, Emma Thompson y María de Medeiros...

Cada uno tiene su equipo, cada uno tiene sus sueños.