viernes, 30 de diciembre de 2005
The fairy feller's masterstroke y los regalos de reyes
En mi familia no hay costumbre de regalarse cosas en Navidad; se estila, como en todos lados, comprarle algo a los primos y hermanos más canis cuando nos juntamos en Nochevieja, pero no seguimos el ritual de organizar un "amigo invisible" a repartir después del bingo, ni siquiera somos de darnos muchos besos ni desearnos buenos deseos. Yo de hecho soy el que menos regalo, y menos este año, que Dios aprieta, ahoga y da coces. A mi hermano pequeño, que tiene 14 años y medio, le estoy preparando (en CDs grabados) toda la discografía de Queen, porque le puse un par de canciones hace unos meses, y concretamente "Don’t stop me now" la tiene a piñón fijo en el iPod. Es una tontería, pero me hizo una ilusión tremenda cuando me lo contó, porque mi hermano sigue a rajatabla los dictámenes de la tele, y hasta ahora sólo escuchaba Melendi, Coti, Flapy y cosas así. Pero algún intento de expansión le había visto cuando le daba por cogerme discos de Oingo Boingo o alguna banda sonora, o le pillaba escuchando algún disco de los Beatles o de Supertramp de mi padre...
Cuando yo tenía más o menos su edad me gustaba mucho Queen, y me sabía de pe a pa todas sus canciones, de tanto cantarlas en el Wembley particular de mi ducha. Había ido borrando todos los cassettes que tenía, y sólo conservo el "A night at the opera", porque es el único que tenía en CD. Así que estos días atrás me he estado descargando a escondidas toda la discografía, y he ido confeccionando uno por uno todos los discos (incluso "The Works", "Hot space", "Flash" y "Made in Heaven", que me parecen espantosos). He impreso todas las carátulas desde el curro, y le voy a soltar un tocho de discos que espero que se los escuche y los digiera, si le gustan. A su edad a mí me entusiasmaba. Los discos de Queen de los setenta, que he vuelto a escuchar estos días, me parecen una obra maestra, todavía no superada, del bel canto-rock. Mucho antes de los grandes estadios, del mariconeo más frívolo y de los himnos con palmadas que todo el mundo conoce, la imagen que tengo de Queen es la de una banda teatral, glamourosa, irreverente, imprevisible, sin tabú alguno, capaces de meter en un mismo disco el tema más acelerado y punk escrito hasta la fecha (Stone cold crazy) y una nana deliciosa aunque llorona y amariconadísima (Lily in the valley), entre referencias al cine clásico de Hollywood, a la mitología griega, al arte pictórico victoriano, a la épica fantástica de Tolkien, a las naves espaciales... Y todo esto, en 1973, con una ejecución perfecta, unos músicos enormes y unas voces angelicales. A la mayoría de la gente moderna y estupenda le parece una mierda como un piano, porque se despacha a los genios excéntricos (y más si son homosexuales y pintorescos) con una templanza y una soberbia que asusta. Haberlo hecho tú, chato, hace 30 años. A mí escuchar aquello me transportaba, me parecía increíble. Y lo digo así, sin ánimo alguno de avergonzarme.
El caso es que la pasión de mi hermano por Queen puede que supere a la que yo tenía a su edad, porque se ha puesto el icono de la Reina en el messenger... No sé si es ir demasiado lejos, o es signo de los tiempos. Empezaré a preocuparme si descubro que lleva a Freddie vestido de arlequín semidesnudo en la carpeta... Espero que el regalo sea sólo una catapulta para que empiece a escuchar otras cosas. Que siga escuchando lo que le gusta hasta ahora también me parece fenomenal, pero si abriera un poco las miras ahora que está tan receptivo me haría muchísima ilusión, me doy con un canto en los dientes. A mí mi madre me va a regalar un colchón nuevo para la cama, que tiene tres años y medio y lo tengo muy trillado. Está cosiendo la funda con todo su amor. Yo le mandaré unas flores o algo así, porque no estoy para muchas fanfarrias.
Ayer por la tarde vino a mi casa un amigo de toda la vida, F., que se ha ido a vivir a la sierra pero que habíamos sido vecinos en el barrio desde que me emancipé, y con quien sí que tengo costumbre de regalarnos cosas en los cumpleaños y fiestas de guardar. Habíamos quedado los cuatro de siempre para echar el mus de rigor, y luego vimos una de Jarmusch que era nueva para todos, “Down by law”, la de John Lurie, Tom Waits y Roberto Benigni prófugos de la justicia. Y cuando nos despedíamos, me sorprendió con no uno, sino dos regalos navideños. Dice que me debía el de mi cumpleaños. Tenemos también la costumbre (un poco cutre, pero bonita por lo sincera, creo) de probar los regalos antes de dárnoslos. Escuchar los discos (y grabarlos), leer los libros o ver las pelis. Así, además, sabes con seguridad si has acertado. Me compró por un lado un libro, "Matadero 5", de Kurt Vonnegut. Él está muy flipado ahora con la literatura de ciencia-ficción, mucho más que yo, que no he leído casi nada más allá del Asimov o el Bradbury de moda. Como llevo toda la vida leyendo tebeos y viendo películas de ciencia-ficción, me he malacostumbrado a que las cosas mágicas y futuribles pasen en la pantalla o en las viñetas, y me cuesta mucho imaginármelas, normalmente me surgen dejá-vues y me parece todo un poco repetitivo. Supongo que estoy equivocado, pero son demasiados los tebeos que he leído de viajes en el tiempo, realidades alternativas, paradojas y todas esas cosas. Me lo compró recomendado por su hermano mayor, un gran aficionado, y espero que me guste.
Y el otro regalo es un disco de They Might Be Giants que se llama “No!”, y que en las primeras escuchas me está encantando. Es como un recopilatorio de canciones "for the entire family", como ellos mismos anuncian. Con un envoltorio muy colorido y naïf, trae 17 canciones infantiles y de fantasía en clave popalternativa. Canciones que hablan de un tipo esperando a su chica en una esquina, durante horas, ansioso, enamorado, y el tiempo no pasa, el reloj no se mueve de las 2 menos 4 minutos (Four of two); o Robot parade, un himno robótico muy gracioso (descarga aquí el MP3); un cuentos llenos de juegos de palabras («Hungary isn’t hungry / and french fries aren’t from France / Turkeys aren’t from Turkey / they can’t fly but they can dance», de Where do they make balloons?); y hasta una canción acumulativa, tipo El árbol de la montaña (The house at the top of the tree) muy graciosa. El disco también trae 4 pistas interactivas para PC, con clips, juegos y cosas así. La verdad es que They Might Be Giants eran una asignatura pendiente (sigo sin situarles mucho, no sé muy bien de qué van más allá de este álbum y un par de canciones más), pero éste me está entusiasmando, es como un libro de colorear o una alfombra de juguetes del Imaginarium, pero para escuchar y para adultos. Que le den por culo a Miliki, éste sí que es un gran disco "para todos los públicos", inteligente y rocanrolero.
Comments:
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Pues te recomiendo las dos cosas, a Vonnegut y a TMBG. También que le des por el culo a Miliki, ese Leslie Nielsen hispano, y a todos los especialistas en la infancia que se empeñan en tratar a los niños como si fueran mongolitos.
Todo Vonnegut mola pero, especialmente, Matadero 5...Saben que hay una peli, de los setenta, bastante regularcita´? Si les interesa búsquenla en la mula con subtítulos en castellano...
Pues qué ganas tengo de hincarles el diente a ambos. Sabía que F., el de los regalos, acertaría, es un crack, y me conoce bien. De la peli, ni idea. Si alguien que lea esto me puede recomendar más cosas de TMBG, se lo agradecería muchísimo (éste es de 2002, y creo que tienen ya sus añitos).
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