Pegamin

"No sé si estoy en lo cierto
lo cierto es que estoy aquí"






Pasada ya incluso la resaca de las celebraciones, cuando a uno se le empiezan a aclarar las ideas, llega la triste realidad. Fué bonito, pero no se podía haber ganado. La muerte de dos políticos hoy en día no pudo haber sido. Porque las personas ya no son lo que eran. No porque Dios o la puta Virgen les hubiera salvado, sino porque Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy eran lo que son: políticos de la nueva raza. Administradores. Como lo era Aznar. Funcionarios públicos. Así, manejan las ambiciones que su egomanía les otorga con el arma que mejor dominan: la administración y la tecnología. Aznar se creyó que a base de ser un funcionario de cargo Presidente de España iba a solucionar todos los problemas del pais.
Alguien así no puede morir en un accidente porque se la tiene cogida con papel de fumar, y del OCB fino.
Morir en un accidente de helicóptero es la de Dios, algo reservado a los Semi-Dioses en mi mitología personal. Solo por que su padre se mató en un helicóptero un chaval flacucho, pálido y con cara de culo de mi clase fué una leyenda viva durante lo que duró la EGB. Me acuerdo cuando hicimos la colección de "Aviones". Un día estabamos todos arremolinados, haciendo el trueque de rigor y se acercó él. Muy serio, señaló el cromo del Chinook (el rey de los putos helicopteros) y dijo: "en uno como ese se mató mi padre". Todos nos quedamos mirándole. Fué la ostia. Todos nos fuimos a casa pensando que nuestro padre era una ruina, por no haberse estrellado en un F-18, por lo menos. Hasta se echó novia, que le dura hoy día, y creo que solo por tirarse el moco y porque todos le respetabamos, porque feo es el hijoputa, un rato largo. Más tarde, como suele pasar en la adolescencia, alguien dijo que el padre del chaval en realidad se mató en uno de esos "mosquitos" y ya no fué para tanto.


Hoy en día hay una guerra abierta contra la personalidad de la gente. Nunca en la Historia de la Humanidad se le ha criticado tanto a un tío por sus cosas como en el occidente de hoy en día. Los que siguen defendiendo su persona son humillados, apestados y apartados. Desde todos los ámbitos. Y a la vez, han aumentado las rutinas de comprobación de los otros. Se chequea a cada instante a los demás, a ver si son correctos según los parámetros del Gran Hermano.
Tiene sus ventajas, está claro. Pero hemos pasado del culto al lider fascista al otro extremo, al hormiguero que se rige por reglas inmutables y precisas, sin que ninguna hormiga levante la voz. Y, perdonen que les diga, esas reglas no existen de antemano.
Nos hemos olvidado de que existen los caminos sin señales y sin lineas pintadas. Y lo que es peor, nos hemos resignado.

Stevie Ray Vaghn era un guitarrista de blues, texano, probablemente era pro-pena de muerte, que llevaba unas ropas raras y un gorro como el de Cocodrilo Dundee. Tocaba muy rápido el blues.
Se desayunaba todos los días cuatro dedos de bourbon con medio gramo de cocaina disuelta.
A las 12 se montó en un helicóptero en el que sobraba una plaza. Había niebla, pero seguro que le dijo al piloto: "¡Azuzale, Llimi!". Tuvieron que llevar a su hermano y a Eric Clapton (su manager y su gorila iban también en el chopper) a reconocer los cadaveres, porque se le había volado el gorro.

Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre se subieron a una hora parecida, se ataron el cinturón de seguridad, musitaron un Ave María y se pusieron a revisar su agenda. Ambos salieron por su propio pié. El único cadaver que hubo que reconocer tras la autopsia fué el de los canzoncillos de Don Mariano.

Y eso. Dicen que el cementerio está lleno de valientes. Yo creo, echándo cálculos, que entonces al resto nos dejan donde nos llega la hora. Por mierdas.