lunes, 23 de enero de 2006

 

Campo de Exterminio.

Seguro que todos os acordais de la peli esa de los bicivoladores. Molaba bastante, pero hay que decir que molaba en los ochenta, cuando yo era un mocordo. Tu California era en la pantalla, por fin, lo que era en tu cabeza: un ingenio aeronaútico, un transporte total, una filosofía de vida y una macarrada con la que te quedabas con toda la peña. Hay que decir que ahora ves la peli y es un churro, aparte de la curiosidad de ver a la Kidman cuando aún se la podía devorar el canibal de Rotemburgo sin escupir plásticos. Igual que si te vieras ahora saltando con tu tosca Torrot TTT el escalón del patio del barrio: probablemente solo veas a un insensato descontrolado levantar apenas un palmo del suelo su basta pieza de acero rodante, poniendo en grave peligro su seguridad y la de los viandantes. Mientras que tú, al tiempo, ese mismo chaval, creías que sin duda estabas estableciendo algún nuevo record de navegación aero-tripulada.

Pues eso, pero con las pelis.

Quiero puntualizar esto porque no tengo en estima el cine cutre por su propio cutrismo. Ya sabeis, como molan las pelis chungas de Karate Kid, o cualquier morrallita de los ochenta o de cuando sea. Y luego me pongo una camiseta de Charles Bronson y tengo mogollón de sentido del humor, amén de que desprendo un referencialismo que me tiemblan las piernas porque lo molo todo. Espero que os hagais cargo. Yo paso de esa mierda. Basura freakie, avisados estais.

Pues esta peli de la que os vengo a hablar porque me la he visto hoy (y cuando yo veo una peli pienso cosas mogollón de importantes y serias y todo el mundo tiene que enterarse) se trata de "Campo de Exterminio" ("Dead End Drive-In" para los que desayunan huevos) y es del mismo director que la de los "BMX Bandits", Brian Trenchard-Smith. Un australiano que tiene una filmografía criminal, pero que me he dado a ver por lo de los bicivoladores y el grato recuerdo que me he habían dejado. He empezado por esta, pero el aussie tiene en su haber propuestas tan delirantes como "Leprechaun in the Hood" en la que unos raperos de color negro roban la flauta mágica de un afamado productor de discos, con la cosa de que la flauta garantiza el éxito comercial del poseedor de la misma. Como el productor se cabrea, invoca (el Diablo sabrá como) al propietario de la flauta, que no es otro que el cándido duende céltico de la suerte cuyo nombre sirve de título, para que asesine brutalmente a los ladrones, que ávidos de explotar crematísticamente la flauta, se han refugiado en su barrio para preparar su disco. Asi que el duende (que, como en los Simpson, hace de malo) se cabrea a saco y se lanza a una vorágine de destrucción gangsta de impredecibles resultados.

Y más, ya que el mismo Trenchard-Smith se ocupa de "Leprechaun 3: Las Vegas" y "Leprechaun 4: In The Space". Y no es puta coña.


Pero hablemos de título que nos ocupa. Antes que nada, no nos engañemos: es una puta jasa. Un subproducto 80´s y encima muy muy australiano, con esa querencia por lo desoladoramente paisajístico, por lo paramístico (de páramo), por la chungui-violencia festiva e inocente (más efectista que impactante), por la sociedad y las relaciones desestructuradas y extrañas, por los vehículos chatarrosos y los caracteres así como psychobillis y punkis pero mal hechos, como si fueras a una aldea profunda que ha visto un concierto de los Cramps sin sonido y a cachos y todos vistieran como les ha parecido verlos, pero haciéndose las chupas con el cuero de sus vacas y los remaches se los pusieran de purespan, como un "juego del teléfono" de las tendencias o algo así, donde todo llega peculiarmente distorsionado a Australia, el último teléfono del juego.

Basta ver a Peter Jackson en sus primeras películas si no entendeis lo que estoy hablando. Y, ya que estoy entrando tangencialmente, este es uno de los motivos porque "El Señor de los Anillos" ha acabado siendo una chusta (salvo la primera). No se le puede dar a un tío tan australiano un montón de millones para que grabe una peli sobre un libro que se han leido millones de personas, porque hay muchas cosas sustanciales que las vá a cagar ya de entrada. Que entienda bien lo mitológico del asunto y lo icónico de los personajes, porque sus películas en el fondo siempre se han sustentado en eso, en la pajerez, en el nunchaku y el uzi, en la katana y la motosierra, vale, pero lo convirtió todo, al final, en una orgía de efectos especiales chapuceros, con más ganas que buen hacer, y en un millón de paisajes de puta mierda con música pomposa que para lo único que sirven es para que vomites la épica en el cubo de las palomitas. Pero bueno, esa es otra historia. Y ya está muy vista.

La peli vá de que en el futuro (que se supone que son los años 90) la sociedad y la economía están chingadas y bla bla bla, y los chavales se meten a "Car Boys" que es una especie de punks madmaxianos que van por ahí ostiando coches para pillar piezas de repuesto para los suyos.
Crabs es un joven, el debilucho de la familia frente a su hermano, Frank, que es un fortachón y un triunfador que conduce un grúa y recoge los coches accidentados, enfrentándose sin que le tiemble el pulso a los Car Boys. Crabs es un deportista y un empecinado, amén de un buen chico, que a pesar de estar parado no malgasta su vida protagonizando algaradas motorizadas y actos asustaviejísticos y burdamente violentos como un vulgar Car Boy.
Pero, a pesar de ser un mindundi, un día Crabs liga. Le pide el coche a su brodel (el FRANK-I, un chevy del 56) y se vá al autocine con su jeba, a picar boleto.

Hasta aquí todos correcto, pero aquí llega lo serio, lo alegórico-metafórico. Lo que peta del asunto, gueyes.

La cosa es que el autocine es, en realidad, una trampa del Gobierno para atrapar a los revoltosos Car Boys (y demás escoria indeseable) y retenerlos allí. Así la sociedad se verá libre de los michelines que la incordian.
Una vez dentro, y mientras completa el acto sexual con su novia, a Crabs le limpián las ruedas del buga. El dueño del autocine, el siniestramente anodino señor Thompson, les informa que no hay manera de conseguir otras de recambio. Allí, además, no llegan taxis, autobuses ni ostias. Van a tener que quedarse a hacer noche.

Y pasa la noche y nada cambia, siguen allí. A su alrededor, todos los punks conviven en una especie de autocine fantasma, con coches que no funcionan y que han sido reconvertidos en infraviviendas (¡Dios me perdone por utilizar estas expresiones de moda!). Todos los días comen hamburguesas y batidos de fresa en la cafetería y a las noches pasan una película de ultraviolencia y sadismo. ¿Y el resto del día?. Ay, amigos, el resto del día se lo pasan drogados. La policía sumistra la propia droga al señor Thompson y este la pasa a los muchachos. Todos son felices dentro del redil.

Todos, menos Crabs, que sabe que eso no es vida. Él no prueba la droga. Está empeñado en conseguir sus ruedas y salir pitándo para poder seguir viviendo su vida.

Hay una escena particularmente reveladora, en la que Crabs, inquieto por estar allí retenido, vá a pedir explicaciones al señor Thompson (o Demiurgo). Este le carga con unos rollos de película y le pide que le acompañe a la sala de proyección. Allí el señor Thompson le responde que así son las cosas, le invita a una cerveza y le dice que deje de pensarse las cosas dos veces. Crabs dice que allí todos están encerrados y que los chicos se pasan el día drogados y las chicas peinándose. Thompson le recomienda que se acabe la cerveza.

Su novia comienza a hacer amigas, le hacen peinados punkies y empieza a aceptar su situación. Allí no sé está mal del todo. Aún así, si no fuera por esos malditos inmigrantes...

Porque al autocine también llegan camiones llenos de inmigrantes, que pasan a vivir en la inmundicia infraser sujeta al soma, aunque también hacen el papel de "enemigo" de los jóvenes punks, hacia el que estos canalizan su ira.

Y esa es la miga de la que les venía hablando, que espero que masqueis vosotros mismos. Y eso me ha venido hoy precisamente al pelo, ya que he estado leyendo ciertas diátribas de cierta personaja juvenil (con aires revolucionatas y como de amargada existencial, aunque nunca hasta llegar a la nausea, pues sabe calmarla con un phoskito) contra la iglesia católica y contra lo malos que son los anuncios de productos "bio" y con fibras, mientras que ella misma reconoce que le pega a la coquita y a otras cosas malas, como las niñas canallas-canallas. Se me ha semejado a una de esas jóvenes punks, colocadas en el baño del autocine, pasándose la mañana peina que te peina el peinado bombástico, mientras rumia su diátriba. Una joven que fuera del autocine no sabría ni distinguir su culo de un agujero en el suelo. Una persona fuertemente radical y anti-todo cuyo único motivo para sus pataletas sin gracia es conseguir un estátus de Preferente dentro del campo de concentración para poder tomarse un batido extra de fresa a la hora de cenar. Porque hoy día, en el campo de concentración así son las cosas. El mundo se divide entre los que le comen toda la polla al señor Thompson y los que se consideran demasiada buena mierda como para hacerlo y se limitan a poner morritos y a tirarle de la falda de la camisa, a ver que sacan. En algún lugar, huyendo de todos, está Crabs buscando unas ruedas para un Chevy del 56.

Comments:
pero, Xabi, qué horas son éstas?
 
LAs del fantasma de las sábanas blancas
 
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