Pegamin

No es por frivolizar ni despertar la ira de nadie, pero a mí me pasa de toda la vida que cuando sale la ETA por la televisión me invade un extraño sentimiento de fascinación y admiración, difícil de describir. Desde que tenemos uso de razón hemos venido asistiendo en televisión, cada dos por tres, a imágenes de estos misteriosos señores cabreados, trotando por frondosos bosques en tríos, armados y con fantásticos pasamontañas demodé. Ataviados con ropa de camuflaje heredada del abuelo, cuando no directamente con un chándal setentero de esparto. Uno que dos o tres veces al año se convierte en aguerrido maketo y se deja poseer por el espíritu de los potxokis del norte de Vizcaya, no puede evitar, inocentemente, ir muy atento mirando al bosque cuando va en coche de un pueblo a otro a seguir bebiendo, a ver si ve a esas figuras en formación, haciendo maniobras, excavando un zulo o algo así. Esos señores de manos grandes, con barba y gafas de pasta de las que se tintan con la luz del sol, escondidos bajo pasamontañas o verduguitos, jugando a la guerra sólo ellos saben por qué. Uno se imagina a la parienta del etarra remendando el anorak que se enganchó en una zarza, o cosiéndole un nuevo parche de "Euskal presoak, euskal herrira" sobre el bolsillo de la zamarra, que el otro estaba ya viejo. Uno piensa totalmente en cómo serán esos señores en su vida privada. Si cagan, si follan, si cantan, si huelen flores o tocan el piano.

Los etarras tienen, o mejor dicho tenían hace años a mis ojos, cuando yo era un crío, un aire misterioso y hasta un halo de romanticismo muy simpático. Que nadie se confunda ni se eche las manos a la cabeza, porque si hace falta llamarles cabrones, asesinos, mafiosos, tunantes o llenarse la boca diciendo que no son vascos, que son hijos de puta, aquí me tenéis. A mí la política ni me va ni me viene, es sólo que me parece muy divertido todo esto, quedándome en el apartado gráfico. Por supuesto, ojalá no se matase a la gente, porque el mundo sería un lugar mejor. Respecto a la tregua, pues yo no me imagino que unos señores que viven a costa de los empresarios a los que amenazan con reventarles el negocio de vez en cuando, vayan a dejar de hacerlo y montar un estanco. No sé yo... Incluso, en el supuesto de que entregaran las armas y no se pagase precio político para llegar a un acuerdo entre ambas partes y patatín y patatán, yo creo que las hordas de borrokillas imbéciles que se divierten el fin de semana quemando banderas y cajeros, vayan a dejar de hacerlo, hasta que maduren o sus padres les den tas tas en el culo. No creo que vayan a votar en masa al señor Rajoy en las próximas elecciones, y aquí no ha pasado nada, precisamente. En fin, que el dolor no se va a olvidar, y además tontos va a seguir habiendo (aquí estoy yo mismo para dar fe de ello), qué le vamos a hacer. Pero este debate no me interesa ahora. Para arreglar el país están los políti... Eh, el Equipo A.

Lo único que yo quería hacer era un pequeño análisis de la imagen de la ETA. Es que ayer viendo el video de la rueda de prensa (con esa mujer moderna encapuchada, flanqueada por dos señores muy serios, rodeados de escudos, emblemas, banderas que la tele hace que asociemos al Mal, y todos de punta en blanco), volví a sentir esa sensación, similar a la que tenía de pequeño cuando estaba jungando a los G.I.Joes y aparecían los encapuchados en la tele, desafiando a Roberto Alcázar y Pedrín con el hacha y la serpiente detrás. Por lo visto no he sido el único al que le ha vuelto a fascinar esa imagen tan impresionante. Ni Bin Laden, ni las Spice Girls, ni siquiera Ágatha Ruiz de la Prada habían conseguido permanecer tanto tiempo en la recámara de nuestras retinas.


Y fijaros en la capucha, como nos animaba a hacer Galactus en la lista de MB, con los ojos cortados hacia arriba, enfadados, como las calabazas de Halloween... y esa enorme boina, la txapela... Que sí, que infinito respeto, que a mí me han recibido mis amigos de allí bailando el Aurresku con lágrimas en los ojos, y comprendo el orgullo que sienten por todas aquellas cosas. Pero es que la txapela... Me he entretenido en observar los cambios que se han producido en el imaginario etarra en los últimos años, y estas cosas antes no eran así. Ahora tenemos a unos etarras de diseño. Fijaros en la siguiente foto, en una de las primeras ruedas de prensa del comando, en 1974:


Esto es lo que se llama un terrorista. El pasamontañas es para la faena, y para los momentos de gala se usa el capuchón de verdugo. Y unas gafas tintadas para tapar completamente al outsider. Pero nada más. Un mono blanco, y un rictus severo. Es que lo de ayer parecía una broma, un tebeo, unos sicarios de Magneto con txapela en un decorado de “Mira quién mata”. Las dos siguientes imágenes son también una buena muestra de los comienzos de la banda. Primero una foto de familia de 1968, y después otro momento a cara descubierta, tras el anuncio oficial de la primera tregua, en 1977:




La ETA adoptó desde muy pronto la ikurriña (la bandera autonómica de Euskadi) como su enseña reivindicativa. Es una pena tremenda, porque la bandera es preciosa, creo que le da mil vueltas a cualquier otra de las españolas, e incluso está a la altura de las banderas que más molan del mundo, como la de Gran Bretaña o la de Nepal. Y digo que es una pena, porque a ver quién es el valiente que saca ahora una ikurriña en un partido de fútbol sin exponerse a que un madrileño de pro le rompa la cara. En todo esto de la iconografía terrorista vasca, lo más terrible es lo que han hecho con la bandera. Además, los tíos ya tenían el hacha con la serpiente... Le ponían unas calaveras y unas granadas, y montaban una bandera nueva (blanca y negra, creo que debería ser) de lo más fashion. Una pena.

Por otro lado, fijaros en esos semblantes, tan añorados, como los de las fotos de mi padre cuando se echó novia: pantalones de pana, camisas de cuadros, greñitas apenas despuntando... Y las gafas de pasta que se tiñen solas. Fascinante.

Bueno, esto es un poco tonto, porque cualquier foto que cojas de un grupo de españoles de primeros de los setenta será muy muy parecida; sin la banderota ni los puños cerrados, pero pocas diferencias más. Pero vamos avanzando en el tiempo. Ésta otra ya es de 1979:


Aparecen los uniformes y se reivindica la capucha con gafas; las gafas, esta vez, de sol. Y no hay txapelas que valgan. También tenemos las primeras muestras de marketing etarra, propaganda de producción propia.

La siguiente es de 1982.Otra rueda de prensa. Y otra vez, a cara descubierta. Esta vez, ETA anunciaba su disolución:


Estamos ya en plena época de lo que se narra en “El lobo”. Las medias melenitas, la ropa ajustada, bigotones... Y por supuesto, un logo en toda regla, y las primeras fotos de presos y torturados por España y Francia, que pronto aparecerán por todas partes desbancando, o mejor dicho, confundiéndose, con la del Ché. Veamos dos fotos más de la época (primeros 80s). Capuchas, logos y mártires de la causa. ¡Sin txapelas!




Desde mediados de los 80 y durante los 90, ETA (como tal, como comando terrorista personificado) aparecía muy poco en la tele, salvo cuando eran detenidos o nos mostraban sus retratos policiales. La imagen que hemos tenido durante todo este tiempo ha sido la de su “brazo político” una vez legalizado, Herri Batasuna. Al frente, los más carismáticos líderes que han tenido han sido, yo creo, Jon Idígoras, viejo cascarrabias follonero, y sobre todo su actual busto parlante, Arnaldo Otegi. Un político sin trajes ni corbatas, joven, con pendientes, y permanentemente rodeado de la parafernalia que tienen en común con la banda terrorista: banderas, parches, cromos, fotos de presos, carteles de lo de “Euskal presoak”, de Amnistía no sé qué... y un largo etcétera. En los encuentros de Batasuna con el pueblo, en las aldeas de Euskadi, es habitual ver a sus miembros rodeados de las mismas banderas, colores chillones, fanfarrias y bailes regionales, regalando kalimotxo y bocadillos de chorizo. Ojo, que no lo critico, nada más lejos, que todos los partidos políticos del mundo hacen lo mismo. Lo que sí me parece simpático y destacable es el uso simbólico de iconos pop para denunciar su opresión (como sucede con el caso de Astérix, Obélix y el resto de la irreductible aldea gala, por ejemplo, siempre presente en camisetas y txoznas), o alguna que otra impagable estrategia de márketing, como aquel asunto de la Giraldilla. De nuevo, me arriesgo a ser tachado de frívolo, pero creo que fue un golpe genial, perfecto y maravilloso. Aunque el producto me parezca deleznable (me pasa lo mismo con la Coca-cola y el hecho de que se cuele cada dos por tres en mi tele, sin avisar...).

Como hemos ido viendo, en las pocas apariciones de la banda se han ido sofisticando. Añadiendo emblemas, uniformes, capuchas y colorines. Esta es una imagen de rueda de prensa en 1999:


No me resisto a poner, otra vez, la imagen de ayer, para que sea el lector quien haga las pertinentes y odiosas comparaciones.



No sé adónde vamos a ir a parar. Jugando con la imaginación, me atrevo a aventurar que cuando anuncien su 23ª tregua, allá por 2020, los etarras llevarán mono y pasamontañas fluorescentes, armas transparentes que disparen rayos láser, una pantalla de plasma detrás emitiendo una batería de logos en forma de videoclip 3D, y por supuesto una txapela negra.