Pegamin

El Hombre del saco, el Duque de Alba y Torquemada sean quizá los personajes españoles más temidos a lo largo de la historia. En las supersticiosas Highlands, tenemos a Sawney Bean.
Sawney nació a finales de S XIV a las afueras de Edimburgo, y ya desde pequeño demostró una cierta inclinación hacia lo mórbido y vicioso. Al resultar inepto a desarrollar trabajos y tareas mundanas, abandonó la ciudad en compañía de una doncella “as disinclined to honest living as he was“, es decir, una común lagartona que ya habia sido denunciada como bruja, llamada Black Agnes Douglas. Se instalaron en una cueva en Ballantrae donde pasarían los siguientes 25 años. Durante este tiempo la familia Bean se multiplicó por 22, ocho hijos, seis hijas, dieciocho nietos y catorce nietas, todos ellos nacidos del incesto, todos educados “sin nociones de humanidad y sociedad civil”, fruto del asesinato… y el canibalismo.
Sus inhumanos métodos consistían en asaltar, robar y asesinar a todo viajero que rondara el area, y comerse sus restos. Portaban el cuerpo a su remota cueva, lo cortaban en pedazos y conservaban los miembros en vinagre. Después del manjar, arrojaban los huesos al mar, cuya marea los arrastraba a otras partes de la nación ante el horror de sus habitantes.
Al asesinar a toda persona que pudiera reconocerlos y estar retirados del mundo, su descubrimiento y detención se retrasó, mientras los habitantes de las villas cercanas veían familiares y amigos desaparecer. Mandaron varios espías a la zona que nunca volvieron, y el pánico cundió entre viandantes y viajeros, que evitaban visitar la zona afectada.
La forma en la que dieron con ellos conforma una escena digna del cine gore: Un matrimonio a caballo paseaba por las cercanías y cayó en una emboscada Bean. El caballero consiguió escapar, pero su esposa no tuvo tanta suerte y cayó del caballo. Ante los atónitos ojos del marido, le cortaron la yugular tragando como posesos la sangre que brotaba a borbotones de su cuello. Un batallón de 400 hombres siguieron las direcciones del afectado marido, y solo por casualidad (la marea estaba baja), descubrieron la cueva. La visión producía dolor de ojos: de la cueva colgaban brazos, piernas, manos, cabezas, como si aquello fuera un secadero, intestinos y otros órganos a remojo y montañas de dinero y joyas de los asaltados.
La tribu maldita fue ejecutada sin proceso. Los hombres fueron desmembrados y se les dejó morir desangrados ante la mirada de las mujeres y niños de la familia. Después se quemó las partes en diferentes hogueras. A los débiles les esperaba otro final: fueron quemados vivos.