Pegamin

Munich? New York? Error: Portugal.
Por lo visto el último baluarte del Funk y el Disco de los 70's. Por un instante me ví transportado a finales de los excesivos años 70 mientras en mis oídos atronaban los ritmos de Labelle, Sylvester, Chic o los gemidos guarrindongos de Donna Summer, la mujer que se secaba el pelo en la freidora del bar de abajo.

Porque es real. No es una foto de esas de mucha risa encontrada en Elrellano.com o en Mepartolacaja.es. Esta increíble instantánea (solo comparable con la obra de una Leibovitz , un Newton o un Bernardino - el fotógrafo de bodas de mi barrio-) la saqué yo con mis manitas, mi celular y un disimule de puta pena: de esos patéticos de cuando estás sacando una chuleta con toda la gramática griega y piensas que el profesor no te quita la vista de encima (cuando en realidad está fantaseando con la compañera reventona que se sienta tres filas por delante) .
Uno, que siempre cogía Religión en vez de Teatro, hace con que recuerda lo estudiado y duda entre varias opciones, gesticula y asiente como un orate para que el funcionario crea que nuestra turbación se debe a la vorágine de conocimientos que ocupan nuestro cerebro, al brainstorm neuronal, y no a que estamos blancos como un muñeco de nieve y con más miedo que un perro chico.

El menda es cuestión no es negro. Es portugués, magro de carnes, cincuentón y, por lo visto, una especie de santón en el pueblín donde estábamos (en el rato que me tomé dos cervezas en la terraza pasaron a presentarle sus respetos un par de parejas de turistas - ingleses y españoles- y varios chavales de la zona). No me atreví a sacarle el gepeto pero, para que se hagan una idea, era una especie de Chaplin renegrido y con esa mata de pelo (que les juro por mis niños que es real) que me hizo pensar si Don King, en unas hipotéticas vacaciones en El Algarve, no mantuvo una relación contra natura con uno de esos gnomos con el pelo de punta que vendían los jipis entre cachimbas de latón y bolsitas para guardar los cien duros de rumai.

Hubiera sido genial que, en lugar de las bermudas y las chanclas de actor porno que portaba, hubiera estado maqueado como un Party Monster: con traje crema en alpaca brillante, de solapón infinito con pantalón ceñidito y marcón en las caderas (de esos que te resaltan hasta las venas de la polla) mientras la campana se sobredimensionaba e iba barriendo el polvillo de todo Portugal a la vez que sus zapatones-plataforma con purpurina e incrustaciones en cristal de strass claqueteaban al ritmo de 160 bpm. El iría haciendo el signo de la paz a la basca en plan siyuleidermaderfaker escoltado por "sus zorras" y con uno de esos tenedores de peluquería para cardar el pelo clavado en el Gólgota que le hacía las veces de peinado.

Sigan bailando