martes, 26 de septiembre de 2006
Isidoro y Paulino, a puños
Aunque los americanos le conocían como Izzy, Isidoro era vasco, y como vasco murió; en una pulquería de La Quiaca le desafiaron a una pelea y como se creía que era a puños, que era como el zanjaba las peleas, mientras se quitaba la americana le mataron de tres tiros. Como vasco que era, y era a puños, aún le dio tiempo a soltar un par de puñetazos mientras se caía redondo ante el hombre que le disparó.
Eso sí, aunque era borracho, juerguista y altanero, jamás nadie habló mal de él. Ni siquiera el asesino, en el jucio, que hubo de confesar que le había matado 'por una tontería'. Y que se arrepentía de haberle matado porque era un hombre muy divertido y salir a la noche por el pueblo con los amigos ya no sería lo mismo sin él.
Isidoro Gastañaga era, el Oso de Ibarra. Llegó a pegarse con Primo Carnera. Llegó a beber tanto que decían los americanos que si te escupía en la cocacola era mejor seguir bebiéndola, primero por evitar problemas y segundo porque te sabía a cubalibre.
En la guerra quisieron traérselo a españa de nuevo porque querían llevarle, los unos y los otros, al frente, porque pensaban que semejante hombre podía elevar la moral de las tropas. Isidoro no quería venir porque la guerra le daba miedo, pensaba que le podían matar de un balazo. Con razón. La guerra no era a puños. Ahí si que habría ido.
Un avispado empresario, judío alemán y cercano al gobierno de la república llegó a pergueñar el peregrino plan de hacerle pelear por ellos contra Paulino Uzcudun, el otro gran púgil vasco, que era de los nacionales. Por peregrino que fuera, el gobierno de Madrid se lo pensó y el de Burgos se lo planteó. Y a los boxeadores les llegó la idea; Izzy odiaba a Uzcudun porque le había 'robado' el enfrentamiento contra el gran Joe Louis en la Habana. El negro se olió la tostada y prefirió pelear contra Paulino, que aunque era muy bueno y duro como un roble era bastante mayor. Con esas, le ganó por poco. Por poco perdió poco más tarde Isidoro con Primo Carnera, que era una mala bestia, aunque luego se fueron a beber juntos y ahí el que dobló antes las rodillas fue el americano. A Isidoro le podían machacar el bazo como un martillo pilón, que luego le entraba lo que le pudieran poner en un vaso y no llegara a arder por un grado.
Así que a Isidoro, al que la república lo mismo le daba, porque era anarquista de sí mismo, si que le tentó lo de pegarse con Uzcudun en tierra de nadie. Se le llegó a confeccionar un calzón tricolor, aunque no le gustaba porque decía que con unos calzoncillos morados iba a parecer un ecce homo. Uzcudun, mientras, andaba con un comando de las SS a ver si sacaba a José Antonio de la prisión de Alicante en una zodiac. A Paulino no había nada que le fastidiara más que Isidoro, al que consideraba un soplagaitas que siempre andaba diciendo que el era más esto, que era más lo otro... Y entre una y otra cosa nunca había tenido la oportunidad de pedirle cuentas.
En Burgos se confiaba en Uzcudun, al que pensaban encomendar al espíritu santo y querían hacerle dormir en un convento (las monjas se negaron, por muy iluminado que estuviera aquel vasco les daba pavor). Contaban los chicos mayores a los niños republicanos que Uzcudun se entrenaba golpeando un saco lleno de huesos de fusilados. Como los gobiernos son como los niños, que se lo creen todo, la propaganda roja quería hacerle fotos a Isidoro golpeando una ristra de momias sacada de alguna cripta conventual. Aquello le pareció demasiado raro y al final se quedó en la Argentina. Uzcudun pareció darse por satisfecho con la retirada y así mantuvo el orgullo intacto.
No es que la guerra se hubiera resuelto con aquella pelea, pero habría sido un gran entretenimiento. Aquello al final se perdió entre la propaganda de ambos bandos, que prefirieron olvidarlo.
Cuando Uzcudun visitó la Argentina, muchos años después, quuso que le llevaran a ver la tumba de Isidoro. No le pudieron dar razón de ella y al viejo le dio por pensar que es que no se había muerto y que en cualquier momento le iba a aparecer por algún lado y le iba a tumbar de un galletón, y que como le iba a poder explicar eso a Franco. Así que se pasó todo el viaje arremangado, a pesar de que era en pleno invierno austral y arreciaba el frío. Al poco de volver
a España, se murió de un catarro. En la cama, pero con el brazo bueno colgando a un lado de la cama, para estar preparado en cuanto se le apareciera Isidoro, a uno u otro lado de la vida.
Eso sí, aunque era borracho, juerguista y altanero, jamás nadie habló mal de él. Ni siquiera el asesino, en el jucio, que hubo de confesar que le había matado 'por una tontería'. Y que se arrepentía de haberle matado porque era un hombre muy divertido y salir a la noche por el pueblo con los amigos ya no sería lo mismo sin él.
Isidoro Gastañaga era, el Oso de Ibarra. Llegó a pegarse con Primo Carnera. Llegó a beber tanto que decían los americanos que si te escupía en la cocacola era mejor seguir bebiéndola, primero por evitar problemas y segundo porque te sabía a cubalibre.
En la guerra quisieron traérselo a españa de nuevo porque querían llevarle, los unos y los otros, al frente, porque pensaban que semejante hombre podía elevar la moral de las tropas. Isidoro no quería venir porque la guerra le daba miedo, pensaba que le podían matar de un balazo. Con razón. La guerra no era a puños. Ahí si que habría ido.
Un avispado empresario, judío alemán y cercano al gobierno de la república llegó a pergueñar el peregrino plan de hacerle pelear por ellos contra Paulino Uzcudun, el otro gran púgil vasco, que era de los nacionales. Por peregrino que fuera, el gobierno de Madrid se lo pensó y el de Burgos se lo planteó. Y a los boxeadores les llegó la idea; Izzy odiaba a Uzcudun porque le había 'robado' el enfrentamiento contra el gran Joe Louis en la Habana. El negro se olió la tostada y prefirió pelear contra Paulino, que aunque era muy bueno y duro como un roble era bastante mayor. Con esas, le ganó por poco. Por poco perdió poco más tarde Isidoro con Primo Carnera, que era una mala bestia, aunque luego se fueron a beber juntos y ahí el que dobló antes las rodillas fue el americano. A Isidoro le podían machacar el bazo como un martillo pilón, que luego le entraba lo que le pudieran poner en un vaso y no llegara a arder por un grado.
Así que a Isidoro, al que la república lo mismo le daba, porque era anarquista de sí mismo, si que le tentó lo de pegarse con Uzcudun en tierra de nadie. Se le llegó a confeccionar un calzón tricolor, aunque no le gustaba porque decía que con unos calzoncillos morados iba a parecer un ecce homo. Uzcudun, mientras, andaba con un comando de las SS a ver si sacaba a José Antonio de la prisión de Alicante en una zodiac. A Paulino no había nada que le fastidiara más que Isidoro, al que consideraba un soplagaitas que siempre andaba diciendo que el era más esto, que era más lo otro... Y entre una y otra cosa nunca había tenido la oportunidad de pedirle cuentas.
En Burgos se confiaba en Uzcudun, al que pensaban encomendar al espíritu santo y querían hacerle dormir en un convento (las monjas se negaron, por muy iluminado que estuviera aquel vasco les daba pavor). Contaban los chicos mayores a los niños republicanos que Uzcudun se entrenaba golpeando un saco lleno de huesos de fusilados. Como los gobiernos son como los niños, que se lo creen todo, la propaganda roja quería hacerle fotos a Isidoro golpeando una ristra de momias sacada de alguna cripta conventual. Aquello le pareció demasiado raro y al final se quedó en la Argentina. Uzcudun pareció darse por satisfecho con la retirada y así mantuvo el orgullo intacto.
No es que la guerra se hubiera resuelto con aquella pelea, pero habría sido un gran entretenimiento. Aquello al final se perdió entre la propaganda de ambos bandos, que prefirieron olvidarlo.
Cuando Uzcudun visitó la Argentina, muchos años después, quuso que le llevaran a ver la tumba de Isidoro. No le pudieron dar razón de ella y al viejo le dio por pensar que es que no se había muerto y que en cualquier momento le iba a aparecer por algún lado y le iba a tumbar de un galletón, y que como le iba a poder explicar eso a Franco. Así que se pasó todo el viaje arremangado, a pesar de que era en pleno invierno austral y arreciaba el frío. Al poco de volver
a España, se murió de un catarro. En la cama, pero con el brazo bueno colgando a un lado de la cama, para estar preparado en cuanto se le apareciera Isidoro, a uno u otro lado de la vida.
Comments:
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si a mi tambien me parecio muy bueno, la epica deportiva les sale de fabula a los del pegamin , (bueno a mi no)ya que postee más seguido aca dario
Yo, pasé la gerra de Franco, e intervine en ella; de Uzcudun que había sido el orgullo de los vascos y era como un orgullo patrio, recibió la bofeta mas grande que ningún pueblo pudo recibir jamás, resulta que era un falangista furibundo, enemigo visceral de las añoradas libertades vascas.
Se dijo que llegó a la bajeza de golpear a los presos vascos dentro de sus celdas de la cárcel de ondarreta. Su nombre desapareció de las bocas de la gente de Euskalherria.....
Se dijo que llegó a la bajeza de golpear a los presos vascos dentro de sus celdas de la cárcel de ondarreta. Su nombre desapareció de las bocas de la gente de Euskalherria.....
Uzcudun, el leñador vasco, fue el mas grande peso pesado que haya dado España. Tenia unos cojones muy grandes, y solo lo pudo noquear Joe Louis.
La pelea con Carnera fue por el titulo mundial.
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La pelea con Carnera fue por el titulo mundial.
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