Pegamin

Adán, sucio, guarro, dejado, asqueroso, marrano, abandonao, costras, cerdaco, espeso o contrario a los preceptos de la higiene son algunos de los epítetos que les habrán colgado, en ocasiones, las mujeres con las que han compartido su vida (madres, hermanas, sufridas novias y/o prostitutas de cabecera). Da igual que uno, comparado con amigos y conocidos, sea un príncipe de la bayeta y le huelan las manos a Cristasol. Da igual que sea apañao y, para la sensibilidad de su cuadrilla, sospechosamente maricón porque se cambia de mudita a diario o porque no se come el flan en el mismo plato que el potaje. No importa. En el inconsciente femenino-feminoide, el simple hecho de que usted tenga polla (no importa lo grande que esta sea, ojo) le convierte en un cerdo ibérico que disfruta revolcándose en mierda, que se hace almohadas con las pelusas de las esquinas, que se limpia el culo a pelo y no sabe para qué sirve la aspiradora aparte de para hacer rabiar al perro.

Es algo que está enquistado en el inconsciente colectivo, un megatópico que ha plantado su culo en la psique femenina y enraizado tan profundamente en su mente como la facultad de combinar colores, justo al lado del Centro del Reproche y de la Alarma Rebajas.

¿A qué se debe ésta distorsión de la realidad? Porque estarán conmigo en que no responde a la realidad. Hombre, de acuerdo en que hay tíos espesos, guarruzios, de higiene "alternativa" pero no son la mayoría, verdad? A continuación les expongo una serie de ejemplos que les demostrarán que lejos de ser descuidados, los varones somos seres pulcros, detallistas y sibaritas en lo que se refiere a un entorno limpio y que nuestro olor favorito es el del pino...el Ajax pino.

1. En el baño. ¿Alguno de ustedes, lectores varones, se ha resistido al poderoso influjo que supone cholar en el sumidero algún resto pegado en las paredes de un sanitario? Ya sea una chusta de un peta, la colilla de un Güiston, un brillante y genuflexo pelo púbico, un resto de translúcido papel higiénico o, el favorito de todos, el derrape que una recia cagada ha dejado impresa en el frío tobogán del trono? ¿No es acaso muestra de higiene y urbanidad el pretender dejar inmaculado el frontal de la taza (inciso: ¿por qué lo llaman taza?¿es porque, a veces, está rebosante de cacao calentito?)? ¿No es lícito pretender que cualquier cuerpo extraño deje de mancillar la blancura? ¿No demuestra afán de limpieza, un puntito de tono maniático y un total desprecio por los tonos ocres y tierra? ¿No se sienten como camioncitos del Selur pasando la manguera por los destrozos y derrapes que un rally de cochecitos de caca han dejado en el Mont-Meló de sus güáteres? Y, recuerden: "si beben no conduzcan"

2. En la cama. ¿Por qué pasar por guarracos, desviados y morbosos cuando en realidad están ustedes preocupadísimos por el estado de colchas, sábanas, edredones y eskijamas? Cuando usted, lector, le come la oreja a su partenaire para que reciba su lefa con la boca abierta y la ingiera, o bien su cara sirva como recipiente para su semilla, o sus tetazas sean el colchón de su hombría no está usted siendo perverso o viendo demasiado porno, no...lo que está tratando de evitar, como un obseso-compulsivo es que ese líquido, espeso y primero calentito, y al ratín gélido, impacte contra su colcha de Zara Home o contra el Nórdico de Ikea, dejando esa costra láctea tan persistente y desfavorecedora, y que, a la luz de un ingenio de luz negra y en manos de un Grissom cualquiera, puede hundirnos en el bochorno mas absoluto, denunciando nuestra impericia a la hora de eyacular sin objetivo fijo. Repito, ¿esto no desvela el perfeccionista que habita en nosotros, los hombres, como ese ser delgado que está sepultado bajo las magras de todo gordo? Piensen en ello, señoras...porfi....

Podría seguir con infinidad de ejemplos que abrirían los ojos a mujeres de todo el mundo pero, por hoy, ha de bastar. Desconozco si se trata de una conjura de movimientos feministas radicales, si es simplemente miedo a que el hombre, en respuesta a la incorporación masiva de señoras en cometidos eminentemente masculinos a lo largo de los siglos, pretenda apropiarse del terreno reservado al ama de casa, si es castración, envidia de pene, psoriasis mental u ataque preventivo.
Permanezcan en sintonía.
Muchas gracias.