miércoles, 26 de diciembre de 2007
Guía Pegamin de bares de mentira (V): Central Perk
PRIMERA PARTE (de 14)
Qué buena la serie de Friends, y qué risas que da, ¿eh?. Qué guapos son los seis amigotes, qué (más o menos) jóvenes aunque sobradamente preparados todos, qué divertidos y qué de cosas fascinantes les pasan: se enrollan con una piba nueva cada semana (¡a veces hablan de que hacen el amor y todo!), viajan por el mundo, cenan todos los días de la semana en lounges exclusivos, se casan entre ellos cada tarde, se quieren un montón y tienen unas vidas trepidantes. Vale que son el epítome de la corrección política más ramplera, que personifican a la basura blanca neoyorquina más conservadora, clasista y racista, que se repiten más que una sopa de ajo y que viven en una burbuja irreal, repugnante e irritantemente guay, que hasta a Amèlie la daría grima vivir en ese apartamento de fantasía. Pero con todo y con eso, ¿no os molan? No me refiero a la serie, que es una mierda como un campanario, ni a los personajes, que son todos aborrecibles y abofeteables (no me extraña que no amplíen su círculo de amistades), ejemplos de libro de la Generación X.2.0, ni a sus chistes, más rebuscados que Publio Cordón y más predecibles que las coletillas de Matías Prats Jr. Lo que mola de Friends son sus decorados, sus escenarios de fantasía.
Yo, por simple rutina, me pongo a mediodía los Simpsons, luego paso a Manolo Lama y espero a que empiece Friends, entusiasmado. Entonces quito el sonido (porque la irrefrenable ristra de risas enlatadas me pone frenético, me irrita, me altera el estado de ánimo para el resto del día; y los chistes esos tan graciosos que hacen se entienden exactamente igual sin sonido) y recreo la vista observando minuciosamente la decoración de sus maravillosos apartamentos, las tiendas en las que se encuentran casualmente en todos los episodios, y sobre todo el Central Perk, el bar en el que pasan el día. Visualmente, los lugares donde transcurre Friends son lo más parecido a los idílicos óleos que decoran las paredes del despacho de un magnate del psicoanálisis.
Si ese apartamento en el que viven esos coleguillas tan guays, con esa terraza que no la tiene ni el Casa Pepe, con esas plantas colgantes, esas cuatro habitaciones, ese mirador abohardillado y una cocina más grande que la del cocinero José Andrés... si ese lugar de diseño realmente existiese, y estuviese en el ático en el corazón de Manhattan en el que se supone que está, costaría mensualmente más o menos lo mismo que la reconstrucción de Hammurabi. Y sin embargo ahí están un actor amateur, una cocinera, una mimo callejera y tres oficinistas-basura casi siempre en paro, felices y contentos, cada uno con su habitación con cuarto de baño. Y a cualquier hora del día y de la noche están sobrados, comprándose regalos, teles de plasma, haciendo viajes y alimentando la chimenea.
Y a cualquier hora del día o de la noche, igualmente, bajan al Central Perk a tomarse algo, y cualquiera de ellos se encuentra con cualquiera de los cinco amigos que tiene en el mundo, sentados en los sofás que hay en el centro, echando unas risas, tomando cafés gratis y diciendo cosas jacarandosas, modernas, p.c. e ingeniosísimas. Por alguna razón, el resto de los habitantes de Nueva York evitan esos cómodos chaiselonges y sofás de 1500 euros, los únicos de la estancia, y prefieren tomarse los cafés en una escuchimizada mesita alta, o directamente de pie apoyados en la barra. Así que esa acogedora zona es de uso exclusivo de los friends.
El Central Perk está justo al lado de la casa de los 6 habitantes de Friends, de sus trabajos y de la casa y los trabajos sus millones de ligues semanales. De vez en cuando, además, entra algún famoso (siempre solo) y se detiene bajo el marco de la puerta para que los seis chicarrones le saluden y le inviten a tomarse un café gratis, justo después de los aplausos y carcajadas de una clá en off, fuera de sí. A mí me encantaría encontrar el Central Perk, y ser atendido siempre, sin esperas, por ese feliz camarero albino de estirpe aria, que siempre te suelta algo cachondo y te pone una gigantesca taza de café caliente gratis antes de pedirla. El resto de los clientes del Central Perk sólo usan el lenguaje corporal, y (si eres un friend) puedes tranquilamente organizar tu boda con el friend que toque esa semana, a gritos, sin que nadie te pida un cigarro, sin que un camarero se queje de tus propinas o se le caiga una bandeja en tu cabeza. En el centro del Central Perk se está como en casa, repantingado sorbiendo un café o sin nada, leyendo con los pies en la mesa mientras esperas a un ligue o a una esposa-friend, porque aquello debe ser, por lo que he podido entender, algo así como la zona de lectura de la FNAC, pero sin turnos: barra libre para los friends.
Otra cosa curiosa que tiene el Central Perk es que, si eres un friend, puedes trabajar allí siempre que quieras. Por lo visto siempre hay un cartel de "se necesita friend" colgado en la puerta. Los friends que se meten a camareros del CP cobran un dineral, que les permite pagar su ático en la 5ª Avenida, y además trabajando muy mal, pocas horas, casi todo el rato sentados con el delantal en el apoyabrazos del chaiselonge, al lado de otro friend, como si el tiempo no pasara. El resto de neoyorquinos eso lo respetan, y lo aprueban. Es más, normalmente aplauden enfervorecidos las gilipollescas canciones de Phoebe, alias Fibi, la Lina Morgan neoyorquina (la atracción principal del local), por el mero hecho de que es una friend. Ella es la banda residente. La cantautora paleta y jacarandosa que anima los cafés al resto de friends. La única pega que tiene ser un friend y tomarse algo en el Central Perk es que tendrás que sentarte en semicírculo, nunca cerrando un círculo como en el resto de los bares, para que nosotros, los telespectadores, que por supuesto somos el séptimo friend, podamos disfrutar del aroma del cafetazo neoyorquino y de vuestra compañía.
Para quien nunca haya tenido la suerte de ver Friends, y no se haga una idea del interior del Central Perk, trataré de hacer una descripción ajustada a la realidad. A la "realidad friend", claro. En primer lugar, hay que imaginarse Manhattan como una ciudad majestuosa, aséptica, una "jungla de asfalto" habitada exclusivamente por jóvenes felices, adinerados, tiburones corporativos simpáticos y diseñadores de moda. Quitaos de la cabeza los callejones sepultados en vómitos, los maderos matando vagabundos a palos y los negros e hispanos que caminan tan tranquilos por la calle, como si fuesen personas. Hay que pensar en un Nueva York woodyalleniano (el de "Misterioso asesinato...", no el de "Bananas"), más parecido al idílico Punxatowney de "Atrapado en el tiempo" pero con rascacielos, atiborrado de gente que chorrea salud, dinero y amor. Una ciudad habitada exclusivamente por gente estupenda sacada de catálogos de Calvin Klein, ellos, y de Bershka, ellas. Y en mitad de esa maravillosa Gran Manzana de postal, en una calle poco transitada (mitad barrio de oficinas y mitad residencial, pero de residentes honestos, blancos y alegres) imagina que te encuentras una especie de Starbucks (con todo lo que eso conlleva en cuanto a modernidad, acogimiento, humanidad, diseño y buen rollito), igualmente inmaculado y atractivo, pero decorado como un refugio de montaña: maderas nobles, cortinas, paleta de colores cálidos, cuadros bellos y atemporales, detalles de interiorismo que denotan ese buen gusto neoyorquino que nos enseñan sus series y películas (un conjunto de hojas secas y piñas en el lugar oportuno, un ramillete de muérdago junto al alféizar de la ventana, el muñeco de PVC gigantesco de un exótico negrito cantor de jazz, un acogedor cartelón de neón, una foto de esos añejos constructores de rascacielos sentados sobre una viga a doscientos metros de altura... esas cosas) y, por encima de todo, clientela WASP, JASP y, faltaría más, todos straight edge y con una dentadura nuclear, que ciega al telespectador y al mismo tiempo le enamora.
La sensación de entrar en el Central Perk debe ser lo más parecido a escalar un tres mil rodeado de nieve durante un mes, y toparse arriba con un robusto alojamiento calentito, acogedor y que exhuma buen rollo p.c., donde sirven cafetazos enormes sin pedirlos, gratis, con un donut de regalo y todo eso que ya he dicho. Pero si encima eres un friend te sientas en la zona VIP de IKEA del centro, y sabes que vas a ligar con un un diseñador de interiores o un modelo barra actriz, lo quieras o no, y después vais a ir a un club exclusivo a bailar hasta las tantas bebiendo cócteles, y si Patrick Bateman no lo impide, podrás pedirle la mano a su padre, y al cabo de dos años casaros en una catedral gótica, hacer l'amour y tener dos hijos de catálogo de Zara Junior. Y por supuesto, el puto friegavasos del Central Perk estará invitado. Y eso si no es el padrino.
(continuará...)
Etiquetas: Generacionéquis, Interiorismo fashion-rural-fetén, Las fiestas de lo P.C.
Comments:
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de puta madre, fruner. te echaba de menos en el pegamín. yo hoy le estuve enseñando mi pueblo a una japo y me creí tú.
XDDD
Ponte unas chanclas con treinta centímetros de plataforma y te lo creerás un poco más.
Oye, hazte un bar de estos, anda. La cantina de los Pitufos o algo así...
(No puedo evitarlo)
Ponte unas chanclas con treinta centímetros de plataforma y te lo creerás un poco más.
Oye, hazte un bar de estos, anda. La cantina de los Pitufos o algo así...
(No puedo evitarlo)
Muy guapo, Fruno...pero no jodas con que vas a escribir 14 entregas del Central Perk...quién eres, Tones?
Ya somos dos, Don Julito, ya somos dos. ¿Eso debe ser algún tipo de perversión, no? Porque yo no sé por qué es, la verdad.
porque estamos que tiramos la polla a la basura...aparte que la menda es una bigarda con dos güenas tetas
Frunilda...el viernes voy a Malasaña con unos colegas y llevo tiempo sin ir...aparte de los clásicos, como el Vía o el Tupper, a dónde me recomiendas ir? es que yo era de ir al Flamingo, al Malandro y al Ghetto de Chueca y ando más perdido que la puta madre de un anónimo en un convento
A mí me gusta el Groovie, en la plaza del Madroño, que les gusta hasta a mis amigas bisbaleras. Si no los de siempre: el Garage, el Louie Louie, los que has dicho. A partir de las 3 siempre acabamos en el BarCo, en la calle Barco, que es donde va todo el mundo. Arriba es tuchi-tuchi, y abajo según les de, suelen poner soul o incluso sesiones de 5 horas de rockabilly salvaje.
Tú puedes ir al Chiquipark y luego al Aire. Y hay una piscina de bolas y un tobogán en una zapatería de la Corredera, que te encantarían.
Es curioso, no se si no has visto la seria y hablas de oidas o la has visto y no has entendido nada, si ves el club de la lucha a lo mejor dices que podría ser la secuela de Rocky.
Pero bueno sigue escribiendo.
Saludos
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Pero bueno sigue escribiendo.
Saludos
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