sábado, 2 de febrero de 2008

 

PONGAMOS QUE HABLÉ DE... DYLAN

(le prometí a DJ una entrada sobre mis peripecias en Málaga ayer a propósito de Zimmermann y aquí estoy, como Zurdo vuestro que soy, a pagaros lo que os debo)

Por un momento he sentido con esta experiencia ese complejo de Marcello en LA DOLCE VITA que suele marcar la rutina laboral de Dildo cuando viaja a cubrir tal o cual tendencia. Excelente transporte, alojamiento de muchas estrellas, sonrisas por doquier en las que cualquier disenso se apaga como los gritos de un confinado en celda acolchada, hoguera de vanidades y vuelta al redil madrileño.


LA NIÑA CIEGA Y EL VERBO SIN FIN

En el AVE de ida me tocó en el asiento de atrás una niña como de ocho años que hablaba sin parar por el móvil de su papá con infinidad de parientes. Era una voz convulsa, tartajeante en ocasiones, exigente en salirse con la suya a la par que mimosamente seductora. Daba un poco de yuyu, aparte de por recordar un poco todo aquello a la película THE BAD SEED, por el hecho de que no parase de cascar durante todo el trayecto, ni siquiera cuando nos sirvieron el almuerzo. Al bajarnos, descubrí que era ciega, de estas ciegas que menean mucho la cabeza a lo Ray Charles y miran sin ver con ojos desorbitados. Y, además, se parecía a Helen Keller, icono de la versión en braille de PEGAMINK como todo el mundo sabe.

Horas más tarde, ya en el lugar del evento, la reencontré transmutada en Dragó, que disertó durante una hora (¿o fueron varios días?¿tal vez algunos evos? -de pronto, me puse en la piel de Patricia Conde cuando monta ese gag con el almohadón cada vez que su compañero saca clips de mi ubicuo y omniempleado tocayo-) recuperando varios capítulos de su autohagiografía (para mí, veterano oídor y lector de las dragomaquias, un poco manidos), en los que se reclamó como el primer hippie, el primer rockero, el primer viajero a Katmandú, el primer etc, etc, etc, etc. Cuando algunos de los oyentes empezamos a salir de nuestro cuerpo y ver el túnel de luz, una salva de aplausos de los sectores más viejunos de la sala (una abuelita a mi lado aclamaba: “MUY ENTRETENIDO ¿VERDAD?”) mezclada con el final de una versión unplugged de Bruce Springsteen de “WE SHALL OVERCOME” (había empezado con la original de Pete Seeger, a quien llamó pionero del rock –Jerry Lee Lewis y Chuck Berry, entre otros estupradores, ale, a cagar: ¿lo vuestro? música dodecafónica-) nos volvió a la realidad terrena y salimos a la palestra los tres diestros (Pablo Guerrero, Santiago Alcanda y moi, acompañados de dos gentiles moderadoras –como dirían Dragó y Matías Prats senior-) a lidiar sobre Dylan y la Poesía en el Rock.

MY SPEECH

“No me gusta Dylan. Mayormente. Su voz me repele. Sus músicas, salvo contadas excepciones, me aburren. Y las letras que he estudiado en profundidad (una selección publicada en la revista OZONO a mediados de los 70) me parecen esbozos de neowestern, como apuntes para películas tipo SILVERADO, FORAJIDOS DE LEYENDA o TOMBSTONE, películas que puedo aguantar en una tarde tonta de sábado pero que no me dicen nada frente a las rapsodias homéricas de un John Ford o un Howard Hawks o los westerns filosóficos, casi jüngerianos, que ha dirigido e interpretado Clint Eastwood, figura, por cierto, a la que considero antípoda de Dylan y mucho más interesante. Tan interesante como el cantautor que creo exacta antimateria de Dylan, Leonard Cohen.

No obstante, respeto a Dylan. He tardado en hacerlo. Me ha costado lo mío pero, hoy por hoy, lo respeto. Lo respeto en relación a otras figuras que tampoco me gustan pero a las que, además, no respeto, caso de Joaquín Sabina [aquí, aplausos de varios espontáneos], de Ramoncín o de Kiko Veneno. Y lo respeto por consideración a aquellos que quiero y valoro y que se sienten a gusto con Dylan, como el cantautor sevillano Rodrigo García, o mis dioses Bryan Ferry y Steve Harley, o mi buen amigo Luis Landeira.

¿Hay alguna cosa que me guste de Dylan? Por supuesto, toda regla tiene sus excepciones. Me gusta su mirada, que me trae ecos de Paul Newman, actor que, sobre todo, a las órdenes de Elia Kazan y de Stuart Rosenberg, ha interpretado personajes que podría considerar la sublimación estética del personaje Dylan. Ya que estamos con cine, me gusta su papel en PAT GARRETT Y BILLY EL NIÑO, donde, con su breve aparición, se come con patatas al también cantautor Kris Kristoffersson. Creo que si Dylan hubiese hecho más cine y menos música, me habría caído mejor.

No he escuchado el álbum de Ferry dedicado a Dylan y, en cuanto a la versión del TIENE QUE LLOVER que incluía en su primer disco en solitario, dejando aparte el alarde histriónico, no me parece lo mejor de ese álbum. No hay color frente a la potencia del SIMPATHY FOR THE DEVIL o la dulzura de IT’S MY PARTY.

Habrá quien se pregunte cómo puede repugnarme la voz de Dylan y, sin embargo, disfrutar hasta la extenuación, apurando hasta el último acento, con la voz de Rodrigo García, bastante similar. Supongo que porque Rodrigo tiene algo fundamental que no tiene Dylan y que sólo puede entenderse desde presupuestos irracionales, casi místicos, hablo de su esencia andaluza, la misma esencia que, en mi condición de malagueño nacido en Madrid, me hace disfrutar también de un Benito Moreno o de un Antonio Luque. Si Dylan fuese andaluz, no sería Dylan sino Rodrigo y entonces, sí, yo sería dylaniano.

Pero pasemos al tema del premio Príncipe de Asturias. Respeto a Dylan aunque no me guste. No respeto los premios dados en olor de multitudes, en nombre de presuntos valores que incitan a la doma y a la emasculación, al pensamiento único y a la corrección política. No respeto el Príncipe de Asturias como no respeto el Nobel o el Planeta o el Cervantes o los Oscar. La pregunta correcta de este acto debería ser ¿SE MERECE EL PREMIO PRINCIPE DE ASTURIAS A BOB DYLAN?

Creo que, fiel a su condición de pícaro, debería aceptarlo con una media sonrisa y, una vez en su poder, hacer un corte de mangas o, por lo menos, desenfundar una expresión de desprecio, como John Cale cuando actúa en España. También podría rechazarlo, bien mandando en su lugar a una joven sioux de broncíneas ancas o asistiendo él mismo y liándose a bofetadas con el presentador, pero eso le quedaría mejor a un Marlon Brando o a un Mickey Rourke, sujetos bastante más viscerales y antisociales que Dylan y, por ello, bastante más entrañables a mis ojos.”

MORRISON SUCKS

Las moderadoras, pasado el pasmo inicial al escuchar mi perorata, consideraron que había estado muy ajustado en mi rol de Ristro y no se le dio más importancia al posible anticlímax de mi intervención.

Hubo sólo dos nanomomentos de crispación, uno cuando Santiago Alcanda arremetió contra la riada verbal que nos había precedido, observando irónicamente que él siempre había pensado en el silencio como uno de los principales valores que se respetan y practican en esos confines orientales a los que tan proclive se muestra Dragó.

El segundo fue, cuando, tras remachar mis dos compañeros de mesa su unción levitatoria por Dylan, yo saqué mi cuarto a espadas y dije que lo que ellos sentían por Zimmermann yo lo sentía por Jim Morrison y que me dolía la falta de consideración que se tiene actualmente, do quiera que voy, a su figura y a su obra. Aquí nadie se solidarizó conmigo y Pablo pareció hacer suyo el silencio gélido de quienes me rodeaban señalando que estaba harto del malditismo en el rock, dándole un toque a Rimbaud (de donde parece venir el fétido mal), y dictaminando que la poesía y actitudes morrisonianas son muy inmaduras. Aún convaleciente de los palos dados en este mismo blog al difunto Jim, no insistí y lamí calladamente mis heridas de corazón adolescente y luciferino (heridas todavía más abiertas al recordar la peyorativamente darwiniana alusión que había hecho Dragó en su megacharla a Eduardo Haro Ibars –morrisoniano ferviente, como demuestra su glosa al Rey Lagarto en EL LIBRO DE LOS HEROES- al decir que, de las gentes de su generación, los vivos -Escohotado, Mariano Antolín Rato o él mismo- valían más que los muertos –alusión que me parece más digna de un broker reaganiano sacado del film WALL STREET que de un sujeto que se supone rayano en la omnicomprensión que depara la filosofía oriental-) mientras Santiago Alcanda elevaba a alturas portentosas (ante las cuales el vocalista de los Doors sólo podía verse como rastrera sabandija) a otros muertos (como Enrique Urquijo y Antonio Vega –ese muerto que anda y al que contratan bastante más que a muchos vivos-) y no muertos como Javier Alvarez o el grimoso (para mí y mis allegados) Pedro Guerra.

OFF THE RECORD

Sí, Casilda, Dragó una vez más desempolvó (nunca mejor dicho) la historia interminable de sus hazañas fálicas y, si en Huesca nos deleitó con los capítulos dedicados a Susana Estrada y Ana Obregón, esta vez se centró en la cetrina Sara Mora (a quien recordarán los fans de Pajares y Esteso por su presencia en LOS ENERGETICOS) y en una anónima japonesa a la que estuvo a punto de hacer suya en un tren pero que, al final, tras un buen rato soportando sin inmutarse el sobe y magreo por parte del raceador soriano, dijo nones pidiendo ayuda al revisor (al hilo de esta anécdota, Dragó nos confió lo muy perturbadora que le resultó la película AUDICION –y es que un día de estos sus avances amatorios le van a traer un disgusto...-)..

Tras el palitroque sufrido en el coloquio, nuestro hombre acabó llevándose al huerto a Santiago Alcanda invitándole a su predio de Castilfrío. Estoy convencido que lo seducirá, como hizo con Luigi, quien (recordemos) fue a hacerle una entrevista depredadora en la línea brutta habitual y salió transmutado, cantando sus excelencias en aquella saga maratoniana que supuso la irreversible fractura entre el antaño delfín de Galactus y la Mesa Nacional. Hasta Pablo Guerrero, justo esta mañana, al tomar el AVE de vuelta, me ha dicho cuán gratamente le ha sorprendido FSD. Yo, por más viejo en el trato con el hombre y (aún peor) con su cuadrilla (algunos de cuyos elementos conocí tan desafortunadamente de cerca durante la etapa corazonesca), y por haber digerido y escupido hace mucho otras sirenas afines (caso de Giménez Caballero, con quien el soriano mágico tiene tanto que ver –bastante más que con Jünger, por mucha reivindicación formal que él y los suyos hagan de éste-), pues ¿qué decir? que ha perdido mucho feeling desde los 90 hasta hoy (para mí fue Huesca en el 2004 el punto de inflexión).

Pasando a otro tema, he vuelto a superar mi test de frescura de cutis, como en el 94, cuando Rubi (en aquella kilométrica sesión de fotos que organizó su ex para promocionar el DUETS de Paco Clavel) se me acercó con expresión hosca y me murmuró entre dientes: “¿PERO COMO PUEDES TENER ESA PIEL CON TUS AÑOS?”. Santiago Alcanda, cuando le dije que acababa de superar mi L cumpleaños, me miró con pasmo y me soltó exactamente lo mismo que la otra, trece años después. Está claro que no fumar, beber de uvas a peras y no asolearse en exceso le permiten a uno una tez de novicia hasta edad muy avanzada.

Como buen relato felliniano, la cosa acabó con una fiesta en el ático del hotel donde, cual magnate randiano, pude deleitarme por unos instantes con una panorámica estereoscópica de la ciudad que tanto visité en mi niñez, y, tras unos minutos de conversación sobre (cómo no) la Movida con diversos fans y algunas caras del pasado (ahí el vocalista de DANZA INVISIBLE), mientras sonaba (cómo no también) el SYMPATHY FOR THE DEVIL en versión Ferry, me retiré a que Morfeo me estrujase en su abrazo


Comments:
Forajidos de leyenda no está en el mismo saco que Silverado y Tombstone. Ni de coña.
 
Calla, taruguete, y escucha al Maestro...
 
Calla tú, y escucha hermana el sonido de mi ano.
 
Suena a sórdido cuesco de gilipollas que no mete ni miedo, ¿no?
Un besín!
 
Bueno, zurdo...había muchos frentes ahí: Dylan, Dragó, Morrisson...en fin...que has vuelto de una pieza
 
Saco el titular del artículo, cual periodista rastrero.

SÁNCHEZ DRAGÓ INTENTÓ VIOLAR A UNA JAPONESA EN UN TREN

Espeluznante documento.
 
Si querés leer cosas interesantes sobre Dylan y sobre rock en general, te recomiendo que visites mi blog.

Un saludo!

http://makelelejuas.blogspot.com
 
Así me gustan los posts, complementando y aportando nuevo material a lo dicho en la entrada, sin bucles anales mentamadres.
Y sale mi amado James Douglas M. en pleno trance... Qué contentico estoy.
Tienes talento, muchacho [dígase con voz de doblador de Robert De Niro]
 
zurdo, a mí también me flipa steve harley. cockney rebel son unos grandes olvidados o es que mi vida social no se desarrolla en el entorno adecuado (un zoo, un selwo, un seaworld, un tivoli world)?

a Antonio Luque creo que lo disfrutan más en Getxo que en Sevilla, porque un paseo por la topografía chinarra tampoco ayuda a entender mejor sus chistes.

yo no podría racionalizar la admiración que siento por mis artistas favoritos y mucho menos en público.
 
Yo, Ender, como ya te habrás pispado, racionalizo (lo que me echen) desde lo irracional, que es como mejor se hace.
Si también te animas (como DJ y Frunete) al arriesgado trance de hacerte con una colección corazonesca, en uno de los números se incluye un minidossier harleyano.
También, si te fijas, entre los links de la barra lateral de mi blog (sección ESPACIOS SAGRADOS) hay uno a la web de SH&CR.
 
Harley tiene bastantes resonancias dylanianas, especialmente en The Psychomodo (¡producido por Alan Parsons!).

En cuanto a Dragó, tiene una halitosis que es capaz de noquear a cualquiera. Pobres japonesitas (la del tren y la actual)
 
No sé, le habré cogido en buen momento (tras echarse el spray -como el anciano galeno de TOOTSIE cuando se preparaba para el amor-) pero, en comparación con Lucía Etxebarría, el aliento de Dragó es quasi mentolado, inodoro e insípido.
He tenido a los dos de cerca y sé de lo que hablo (y mi piruitaria no es nada complaciente con lo halitóxico).
 
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