jueves, 19 de enero de 2006
Balas perdidas ( y II): René 'Loco' Houseman
- Eh, Loco, ¡íiidolo!
¿Y por qué? ¿Por quéel Loco le metió un gol borracho al River? Aquel día había tenido fiesta y casi olvida que el partido se jugaba en horario de mañana. Que, por otra parte, no es horario para jugar en primera. Pero llegó a la cancha como pudo y no hubo manera de sacarle del once, pese a que iba dando tumbos. La grada pensó que era otra de sus excentricidades, y se lo perdonaron. Al fin y al cabo había dado a Huracán su primer campeonato en dos décadas. Y como recompensa, el Loco se sacó un par de gambeteos casi a lo Harold Lloyd que le plantaron delante del Pato Fillol, al que batió por la escuadra. Ahí ya el Loco se quedó tendido en el suelo y no había quien lo levantara, matado de la risa. El Pato le quería matar, por el ridículo que le había hecho pasar. La cancha de Huracán era feliz. Mañana ya se preocuparían por no tener un peso, ¿no? Y, al fin y al cabo, el abono era barato y se podía ver a Houseman todas las semanas.
Houseman era tan rápido inventando que no le daba tiempo ni a la inspiración.
Babington, un pelirrojo defensa al que sentó muchas veces, dijo que las infamias que le hizo pasar se compensaban con tenerlo tan cerca en el campo. Houseman era fútbol; se fugaba de las concentraciones para jugar partidos en los potreros de su barrio, piques por unos cuantos pesos, mientras se gastaba su millonario sueldo en invitar a vino a sus amigos y a los de estos. Llegaba tarde a los entrenamientos y se ponía a jugar con los aficionados, dejándose los huevos como si fuera la final de la Copa América. Jugó y ganó para los milicos el Mundial del 78, lo habría jugado para el diablo. En una reunión de clandestinos se hablaba si debían ir o no a un partido. Alguien dijo que aquella selección no era del pueblo. Alguien dijo “con Houseman en el combinado, sí”. Guardaron sus folletos y allá que se fueron.
Al Loco habían tratado de mudar varias veces a una zona residencial pero siempre destrozaba el apartamento de lujo y acababa volviendo a su villa, un barrio marginal en Belgrano. Borracho, retirado con poco más de treinta, volvió a la Villa ya para quedarse. Y, curiosamente, hizo una cura y se hizo abstemio al poco. Nunca se hizo entrenador, nunca quiso sacar algún provecho de su pasado, se contentaba con los ‘Eh, ídolo’ que le decían por la calle. Y cuando le preguntaban a que se iba a dedicar decía...
- A ver pasear a las minas.
por favor, recomiéndame algún buen libro del estilo.
gracias.
fútbol argentino aunque fusiles
a Fontanarrosa. Como se nota
que eres un paleto que jamás
cruzó el charco. Yo vengo de
allá nomás y recién ví a Boca
y a River jugando en La Plata
un partido de verano. Ja ja ja,
sabrás tú lo que es una Villa...
Supongo también que me siento solo, y que necesito un lugar para decir todas las cosas que me callo en la vida cotidiana. También me cae bien toda la gente de aquí.
Incluso los tíos bragados, listezas de la vida, tipo Falto, que no me importa que sea un pijo o un gilipollas, pero que está empeñado en quedar de ambas. Yo también lo soy, aunque como escribo mejor que él, a mí se me camufla un poco más la cosa.
De todas maneras, aunque pases de escribir con nosotros, gracias por estar ahí de censorrr malo, Joe, con eso lo dices todo. Igual hasta aprendes algo de Tute.
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