Pegamin

Frank Black, de Pixies


No hay camino suficiente para que este peregrino pueda purgar sus pecados, el principal de ellos, con casi total seguridad, la gula (o cualquiera de las otras variantes de sucedáneos de pescado quiero-y-no-puedo). Un duendecillo de 10 arrobas que a duras penas consiguió elevarse del escenario para escapar del mundo humano y regresar a la tierra de las hadas donde, tal vez, la Happy Hour dure todo el día y pueda engullir, con otras criaturas mágicas, una mitología de azúcar, harina y huevos.





Quizás por eso, sus berridos de angustia y sus afilados guitarrazos nos cogieron, a finales de los 80, despistados y sin los deberes hechos en lo referente al tema duende. Temerosos de sus angustiosos gritos, sus cambios de ritmo inquietantes, las surrealistas letras, el fuerte contraste entre su voz de bebé ogro y la dulce voz de pornstar de la Deal y el ruidismo de algunos pasajes, algunos acudimos a sus escasos conciertos en el Africa Europea con estampas de San Patricio, hierro forjado y tréboles de cuatro hojas, esperando lo peor.



En unos años en los que la radio y televisión sufrían una virulenta metástasis de Jon Bon Jovi, Vanilla Ice, INXS o el acid más mainstream de Technotronic o Snap, todos guapérrimos, con hombrera Starship Troopers, ropa de Fremen y la peor música que ha producido la industria...en estos años, digo, me llevé un sustazo. Y es que estar suavemente dopado, contemplando el grueso cortinón burdeos de la Universal Sur, tras el masaje tailandés que nos habían hecho los Santos Pálidos, y ,sin aviso ninguno, oir una banda fantasma, tras el telón, tocando a toda hostia para crear el boom-tunel por el que asomó su cabezota el gordo de Francis el Negro / El Negro Paco traen como resultado Grito-susto/haberelegidomuerte-palpitaciones-bajón-epifanía.



Con el tiempo, las presiones del show-bussiness, la mala follá o la comida de los aviones, un relleno Black Francis fue mutando en "el gordo ese que cantaba en los Pixies". De Black Francis pasa a Frank Black, y de una talla 52 a un posible triple bypass coronario. De Surfer Rosa a Hang on to your ego sin salir de la playa pero poniéndose de gofres como un Homer hecho carne que volvió a los escenarios para salvarnos de nuestros pecados. Con botas vaqueras, camisa negra, sudando como un bocadillo de chopped en un día de piscina y generando campo gravitatorio autónomo y portátil, en un claro auto-homenaje al estupendo "Bossanova" o a "Ego, el planeta viviente", Frank clava en tí, desde lo alto, sus ojillos claros que son como dos tajos en una chapa galvanizada, y tal vez en vez de un fan vea un Kebap doble, un alienígena de Rosswell o un mono que va al cielo.

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