Pegamin

En el Pegamín es de sobra conocido que el techno suena mejor con MDMA. No solo suena mejor, sino que no existe una cosa sin la otra, son elementos simbióticos e indispensables para que la noche sea un éxito. El caso de las raves no es si quiera el primero que asocial drogas con música, ya durante los 70, las protodiscotecas como The Loft, en la que se servían zumos no-alcohólicos y picoteo de frutos secos eran famosas por el consumo de LSD. Sonidos psicodélicos cobran mayor sentido cuando tu mente viaja conducida por el ácido.
Hoy, queridos lectores y antiguos camaradas, Pussy ha venido a darles una lección de consumo contemporáneo, que ustedes no saben porque deslizan sus aburridas vidas entre el trabajo, la casa y la ocasinal visita dominical a familiares más aburridos aún que ustedes. No me den las gracias a mí, es un gesto altruísta. Es a Ender al que deben agradecer esta intromisión a los paraísos artificiales. Escribo esto por encargo, vestida con un poncho y fumándome un habano.
Sacudan su adormilados cerebros. En sus paseos por internet han debido de leer la palabra Wonky. Lo más probable es que al no reconocerla, han ignorado el resto del texto, y por tanto sean unos completos ignorantes en lo que respecta a la música que las nuevas generaciones escuchan. Una especie de dubstep barre salas de baile, pueden escuchar la producción Gloop de su figura más representativa, Zomby, aqui.
Alguien dice en los comments que esta canción es un violador, y cuando la escucho más que de violar, me entran ganas de asesinar al músico. Es un tipo de música insoportable, tanto como los adolescentes que lo escuchan. Pero barre locales, y no solo los de baile. Al parecer, el género llegó incluso a casales okupa, y los perroflautas han abandonado el ska, el punk, el trance psicodélico y el acid techno en favour del dubsted. Cuesta de creer, pero también parecía imposible que estos personajes tuvieran algún interés más allá de los bongos caseros.
Luego por otro lado tenemos la ketamina, un anestético sucio y mal visto entre los consumidores de cierta autoestima. La ketamina, coleguitas y paisanos, queda mal. En las fiestas residenciales privadas, distingues a los ketaminosos porque son los que no se mueven del sofa y aparentan demasiado fuera de órbita como para molestarse en mirarlos una segunda vez. Los efectos, los pondré en comillas porque traduzco literalmente de un foro Wonky: “En bajas dosis, la ketamina produce una sensación de euforia y sientes ondas energéticas sinestéticas, es como si escucharas los colores y vieras la música”. A pesar de la bella descripción metafórica, que bien podría referirse a un estado de shock o de coma profundo (y al fondo ves una luz que te atrae), cuando la dosis es mayor, el efecto es anestético, así que tienes la sensación de flotar y tus capacidades comunicativas y de moción se reducen considerablemente. Unos efectos que riman a la perfección con el Wonky y sus fans. La ketamina es tan popular que un escenario nocturno habitual es el de personajes que se chocan con todo, o que se hacen un hueco en la pista de baile y no se mueven, o caras descompuestas babeando sobre el uniforme de un seguridad cabreado, o drugheads que se detienen en medio de la calle obstaculizando el tráfico.
La comunión encaja tan bien que la música a pasado a ser subordinada de la sustancia, y se está produciendo una relación interdisciplinar en la que músicos crean por y para ket-heads. Y si no, a ver a quien se le ocurre componer esta basura, asi sin más, para gente sobria.
Y no, este no es un post que rompe noticias. En su día, el éxtasis estuvo asociado al punk y después durante los 90, al acid y a la rave. Quizá simplemente se trate de la droga adecuada para el momento social adecuado, lo único preocupante son los efectos de comedor con mobiliario de plástico de la ketamina, más que de club social.